Dra. Ana Cristina Morales Modenesi.
Son momentos difíciles para la humanidad. El mundo se encuentra en crisis, nos encontramos ante una situación considerada fuera de control. Y, por ende, muchos de nosotros hemos perdido la serenidad.
Las situaciones externas muchas veces ocurren fuera de nuestro control. Y en momentos actuales, pareciera que interpretamos, muy en contra de nuestra voluntad, personajes salidos de una película de terror.
Pero en nuestros sentimientos sí podemos intervenir. Tomamos las crisis cabizbajas, decaídos y esperando la fatalidad. O podemos observar lo bueno y buscar una actitud digna ante la misma.
Un virus, un ser invisible está azotando la salud y el bienestar de la humanidad. Pensamos en ello, y nos produce de manera razonable miedo de llegar a enfermar, e incluso de llegar a morir, y en el peor de los casos, de perder a la gente que amamos.
Pero por primera vez en mi vida, pese a las medidas de distanciamiento y aislamiento. Me siento más cercana a todos, esta crisis pone de manifiesto la necesidad de enfrentarla de manera conjunta. En ella, no hay distinciones de niveles (económico, social, educativo, y otros), ella traspasa fronteras sin sentirnos ajenos del otro. La empatía por los demás se observa crecer, buscamos a amistades o contactos anteriores a esta vivencia, con la finalidad de mostrarles nuestro cariño, respeto y decirles que no se encuentran solos.
El buen humor de unos ayudas a otros, las buenas intenciones se manifiestan día a día. Tal vez, somos torpes sociales, y no nos hemos dado cuenta, y este es el momento de aprender.
Estamos teniendo un quiebre de nuestra cotidianidad y ello nos ayuda a la introspección estableciendo prioridades. Dándole relevancia al amor. Aún la naturaleza se encuentra en un período de revitalización, se está desinfectando del virus de la humanidad.
Yo solo les puedo compartir mi propio sentir. Y he llegado a la conclusión de aceptar lo que no puedo cambiar, de luchar por la vida porque ella me gusta. Pero, si me toca la muerte, quiero estar serena, quiero también conducirme de manera digna ante ella. Y ya no quiero vivir con miedo, el miedo que no apacigua el alma. Estoy viva hoy, y lo agradezco. Creo necesitar una serenidad ubicua, que haga honor a la clase de persona que elegí ser.
Si reflexionamos mi perspectiva ante la necesidad de vivir en serenidad. Es posible que encontremos un ánimo más favorable para lidiar con una situación inminente. Y nos demos a nosotros mismos upas para afrontarla.
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