Por COLLEEN BARRY y LUCA BRUNO
BÉRGAMO, Italia
Agencia AP
El cura bendijo el féretro. No hubo flores ni abrazos. Francesca Steffanoni y su madre se fueron lo más rápido posible del principal cementerio de Bérgamo, tras una despedida que no duró más de cinco minutos.
Bérgamo es el epicentro de la provincia de Italia más golpeada por el coronavirus, la Lombardía, y ha registrado cientos de muertes. Las familias no pueden acompañar a sus seres queridos en la agonía final ni realizar funerales tradicionales. Los cementerios están tan abrumados por la cantidad de muertos que camiones militares tuvieron que trasladar 65 cadáveres a otra ciudad para ser cremados esta semana.
Steffanoni y su madre asistieron al entierro de un pariente de 82 años, un viudo, con problemas cardíacos, que contrajo el virus. Lucieron mascarillas y guantes, y se mantuvieron a distancia.
«En teoría, no debimos haber ido. Pero era uno de los últimos parientes que nos quedaba», explicó Steffanoni.
Cifras extraoficiales indican que más de 600 personas infectadas con el virus fallecieron en la provincia, que se encuentra pegada a los Alpes y donde se han producido más de una cuarta parte de las muertes en la Lombardía a pesar de que su población es una décima parte de los 10 millones de personas que habitan en la provincia.
«Enfrentamos la emergencia del COVID más grande después de la de Wuhan», dijo el doctor Luca Lorini, director de la unidad de terapia intensiva del principal hospital de Bérgamo, llamado Juan Pablo 23, que tiene 500 camas para personas con el virus. Wuhan es la ciudad china donde estalló el brote que luego de propagó por todo el mundo.
Por alarmantes que sean, las cifras no reflejan la magnitud de la tragedia.
Las autoridades dicen que no toman en cuenta el aumento que ha habido en las muertes de la población en general que no se había sometido a exámenes para ver si tenían el virus. La semana pasada fallecieron 400 personas en Bérgamo y 12 localidades vecinas, cuatro veces la cantidad de muertes registradas en el mismo período el año pasado, según la alcaldía de Bérgamo. A solo 91 se les había detectado el virus.
La gente involucrada en la lucha contra el virus –funcionarios de hospitales, directores de funerarias, funcionarios municipales y dirigentes sindicales– dijeron a la Associated Press que se hubiera podido prevenir una crisis de esta magnitud si se creaba una zona roja de contención mucho antes, alrededor del 23 de febrero, como ellos pedían.
Las medidas de contención se aplicaron en Bérgamo recién el 8 de marzo, dos semanas después, sin haber aislado jamás a dos ciudades del valle donde se registraron los primeros brotes.
«Cuando llegó el virus, no había medidas de contención y se esparció por los valles rápidamente. Algunos decían que era una simple gripe. Los médicos sabíamos que no era así», dijo Lorini.
Las casas funerarias ya registraban un alarmante aumento en la cantidad de muertes en enero y febrero, una anomalía que reportaron a las autoridades, según Antonio Ricciardi, director de la asociación local de funerarias. Su negocio hizo 611 funerales del 1 al 18 de marzo, cuando rara vez registra más de 100 en un mes.
Después de que se produjo la primera muerte en la vecina localidad de Alzano Lombardo y se confirmaron otros casos el 23 de febrero, los médicos del hospital Juan Pablo XXIII crearon una unidad de cuidados intensivos dedicada exclusivamente a los pacientes con el virus. Dos días antes se había dispuesto el confinamiento de los residentes de diez ciudades del sur de la Lombardía, que fue un éxito y sirvió de modelo para la orden de permanecer en las casas que emitió el gobierno nacional el 9 de marzo.
No se ha dado ninguna explicación oficial a la decisión de no incluir a Bérgamo en la zona roja.
Eliana Como, dirigenta del influyente sindicado metalúrgico FIOM, dijo que cree que la importancia económica de la región incidió en la decisión de no declarar zona roja a las localidades en la boca del valle Seriana, sede de la industria metalúrgica y de talleres artesanales.
«Creo que los intereses comerciales pesaron mucho en la decisión», dijo Como, quien vive en Bérgamo.
En la cuarta semana de la epidemia, Lorini estima que la cantidad real de infectados es cinco o diez veces la cifra oficial, que es de 4.645 personas. Actualmente se examina solo a las personas que se presentan en los hospitales con síntomas severos y no a las que están enfermas en sus casas.
«Sospechamos que la verdadera cifra (de muertes por el virus) permanece oculta», dijo Francesco Alleva, vocero de la alcaldía de Bérgamo. «Porque mucha gente muere en su casa o en instalaciones para ancianos, sin haber sido nunca examinadas para ver si tenían el virus».
Es por ello que las autoridades insisten en pedirle a la gente que no salga de su casa. Vehículos policiales con altoparlantes exhortan a la gente a que no salga a no ser por alguna necesidad mayor, como comprar víveres o ir a trabajar, si no puede hacerlo desde su vivienda. En un esfuerzo por desalentar a la gente a que salga, el alcalde Giorgio Gori suspendió todos los servicios de wi-fi públicos y dispuso el cierre de las máquinas de apuestas en las tradicionales «tabaquerías» (venden cigarrillos y otros productos), que siguen abiertas.
Si bien hoy se registran 300 casos nuevos diarios comparados con los 500 del fin de semana pasado, Lorini dijo que tomará por lo menos otra semana saber si las medidas de contención están funcionando.
Uno de los aspectos más dramáticos de la crisis es no poder consolar a los familiares de personas infectadas en los hospitales o ir a los funerales. Los hospitales tratan de mantener informada a la gente mediante llamadas telefónicas, pero cuando alguien agoniza, dice Lorini, una visita «sería una posibilidad de contagio innecesaria».
«Es terrible perder un ser querido y no poder abrazarlos. Pero esto es lo que sucede durante epidemias desde hace miles de años y seguirá pasando», dijo Lorini.
Cuando un ser querido fallece por el virus, sus familiares no pueden elegir la funeraria donde velarlo. Por decreto del gobierno, los muertos son enterrados con la ropa que tenían puesta, envueltos en mantas esterilizadas y colocados en féretros lo más rápidamente posible.
«Hay un aspecto psicológico muy importante en las familias que no pueden ver el cadáver», dijo Ricciardi. «Sin un cadáver, cuesta asimilar la muerte».
El drama de la ciudad se hace visible en el diario local, L’Eco di Bergamo, que en tiempos normales dedica una página a los obituarios y ahora necesita nueve, diez u 11.