Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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En diciembre pasado el mundo tuvo noticias de la aparición del coronavirus en China y pudo ver cómo las autoridades de ese país asiático trataron de minimizar el hecho, contradiciendo oficialmente a los médicos que estaban dando la alarma. En pocos días el asunto se salió de control y el gobierno chino no tuvo más remedio que reconocer la gravedad de la crisis y en ese momento empezó a actuar con coherencia, aunque demasiado tarde, porque ya para entonces los contagios se habían desbordado y los sistemas de salud estaban atiborrados. Sin embargo, dieron pasos en la dirección correcta ordenando el aislamiento completo y forzando a millones a encerrarse en sus casas para contener la propagación del virus.

En Italia y España tampoco tomaron en serio el asunto y tras los primeros contagios, todos importados porque fueron con gente que había viajado a China, reaccionaron con bastante displicencia oficial. Italia, con una población muchísimo menor, ya superó a China en cantidad de muertos y en España la situación ha escapado de control. Los tres países que estoy mencionando disponen de sistemas de salud que están a años luz del que tenemos en Guatemala y se han visto rebasados en su capacidad.

En Estados Unidos la situación fue todavía más grave porque el Presidente se esmeró en restar importancia a los contagios y, como ha hecho Giammattei en Guatemala, usó estadísticas para informarle a la gente que la situación no era tan grave y que “a duras penas” se iban a enfermar unos pocos y que el índice de muertos, otra vez, “a duras penas” llegaría a un bajo porcentaje de los pocos que se fueran a contagiar. Ambos compararon el COVID-19 con la influenza común y llamaron a que siguiera la vida como siempre, yendo a donde doña Chonita, a la playa o al cine.

Trump ya entendió que está metido en un berenjenal por su imprudencia y tendencia a querer hacer creer que su gobierno no era como el chino ni como los de Europa y que él tendría todo eficientemente bajo control. Se perdió valioso tiempo y a estas alturas se teme que los sistemas de salud sean insuficientes para atender la demanda y Trump ha cambiado el tono pero no puede abandonar su personalidad y sigue mintiendo sobre cuestiones como que ya tiene la cura lista, desmentido por la FDA.

Giammattei blasona que Guatemala ha logrado contener los contagios y que tenemos muy pocos casos. Si en EUA escasean los kits para hacer test de coronavirus aquí estamos peor y las personas en cuarentena no son examinadas sino solo “vigiladas” y la verdad es que no tenemos idea de cuántos portadores existan.

Las experiencias de otros países con la contención y confinamiento de las poblaciones dieron resultado y basta con seguir la receta. No hace falta inventar el agua azucarada sino simplemente ver qué ha funcionado en otros países y copiarlo. Ir atrás nos permite actuar sin recurrir a la prueba y error porque eso ya lo sufrieron los otros. Nosotros tenemos que aprender de lo que han hecho los que han tenido éxito y tratar de implementarlo, aislándonos lo más posible.

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