Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
El país vive tiempos inéditos, pero sobretodo definitivo en la historia y, por tanto, se necesita de un estadista que se aleje de los berrinches y al que el micrófono no lo entusiasme tanto como para dejar de analizar las implicaciones de lo que dice.
Alejandro Giammattei empezó su presidencia con unos zapatos muy pequeños por llenar y alcanzó la primera magistratura del país, gracias a la existencia de la figura de Sandra Torres la que, al igual que a Jimmy Morales, les sirvió en bandeja de plata la victoria en la segunda vuelta.
No se necesitaba de mucho para que el Presidente fuera el gran unificador de la gente y ser el líder de un verdadero cambio en el país, el mandatario optó por aliarse con esa persona a la que derrotó en campaña y sobre quien le dijo a Consuelo Porras que tenía un enorme reto, es decir, Sandra Torres.
La alianza con la eterna candidata significó pasar a ser el cuatro presidentes en fila que trabaja apoyado o bajo los mandos de Gustavo Alejos. De verdad Presidente, ¿eso desea? No satisfecho con eso, su alianza en el Congreso abarca al partido de la UCN de Mario Estrada que ha sido condenado en Estados Unidos por temas de narcotráfico y el partido TODOS, el que le indica al presidente actual del Congreso, Allan Rodríguez, qué es lo que debe hacer.
Aliarse con esas mafias y no con un electorado que pide cambios, ha llevado al Presidente a perder el norte. Hace unos días expresó su deseo de desobedecer a la Corte de Constitucionalidad (CC) porque tres abogados, que nadie sabe quiénes son, le dijeron que la ley debía entrar en vigencia. La CC tuvo que explicar, nivel trocitos, que al dejar sin efecto el acto de aprobación, ni sancionándola, la ley entraba en vigencia.
El mandatario se molesta cuando se le pregunta por esos abogados, pero debe recordar que él no dirige su compañía privada en donde uno decide con quien trabaja sin tener que dar mayores explicaciones al público. Y se le cuestiona por dos razones: una, porque los consejeros quedan en entredicho cuando lo sacan a hacer un papelón como en lo de las ONG y, dos, porque ya hay antecedentes de las manos que metieron abogados en la reforma constitucional del 94 y que significó, entre otros, que el Banco de Guatemala no le pueda prestar dinero al Estado, medida que según los expertos ya no se puede revertir sin lesionar el sistema financiero del país.
Y digo que cruza peligrosas líneas, porque el miércoles sale a entrometerse con el Poder Judicial y el Ministerio Público (MP) al abogar por los empresarios que tienen juicios relacionados a temas fiscales, pero hasta el menos “leído” sabe que esa no es función del mandatario y así se lo recordó el mismo MP. Si hoy aboga por los “amigos”, ¿usará mañana la SAT para los enemigos? Quien cometió un delito debe enfrentar las consecuencias y quien no es culpable de defraudación tiene derecho a defenderse y por eso es que debemos fortalecer el Estado de Derecho, no manosearlo.
El 203 de la Constitución ordena que quien atente contra la independencia judicial será inhabilitado para ejercer cualquier cargo público. Lejos de atentar, ayude a limpiarlo y por eso rompa la alianza en el Congreso.
Vivimos en época de pandemia, con un caso ya confirmado y sin duda vendrán más y se necesita un Gobierno que actúe con toda sensatez e informe con total transparencia. Es momento de calma, de unión y el que debe guiar el camino es el Presidente.
Al mandatario se le mira irascible, algo lo tiene irritado y eso no es bueno para el país. Las formas del diputado Aldo Dávila con el viceministro fueron repudiables, pero Giammattei no se puede poner igual que el diputado repitiendo “esperpento” varias veces, puesto que él puede y debe señalar la falta de respeto, pero con la altura de un Presidente.
Presidente, usted, a pesar del rumbo que tomó sigue teniendo el enorme desafío de responder al clamor de cambio y liderar la reforma de un sistema que no da para más. El país necesita estadistas, no impulsos, se requiere un mandatario con la madurez suficiente para conducir este barco por los tiempos tormentosos y para sentar las bases con el afán de que en casi cuatro años no sean los radicalismos los que ganen en las urnas.