Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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Víctor Ferrigno F.

Este año confluirán cuatro grandes crisis, todas provocadas por la ambición desmedida de los grandes poderes: la catástrofe del cambio climático, la pandemia del coronavirus, la debacle del sistema petrolero y la crisis financiera mundial.

Como siempre, los efectos serán devastadores para los más pobres, y los ultrarricos buscarán la manera de lucrar con la crisis, pero, ante todo, procuran afianzar su dominio mundial, basándose en el miedo, que las empresas mediáticas exacerban.

No es posible desarrollar cada una de estas crisis en el limitado espacio de esta columna, pero me referiré a los rasgos de cada una que más afectan a los seres humanos, y cómo gobiernos, partidos y empresas exacerban los miedos, con el fin de mantener el dominio sobre millones de ciudadanos que se insurreccionan en defensa de sus derechos.

Los países del denominado primer mundo generan enormes cantidades de gases de efecto invernadero (GEI), provocando el calentamiento global y el cambio climático. Entre los muchos efectos que este fenómeno provoca en el tercer mundo, destacan la hambruna y las migraciones masivas de seres humanos, buscando refugio y alimento.

Según la Organización Internacional para la Migración, el número de personas que emigraron buscando mejores horizontes, sumaban hasta 2019 más de 271 millones, y un alto porcentaje se debió al cambio climático, superando a la pobreza y la guerra. Un informe elaborado por el Banco Mundial asegura que el cambio climático expulsará de sus hogares a 140 millones de personas, en los próximos 30 años.

En Estados Unidos, Europa y otros continentes, los migrantes y refugiados climáticos son estigmatizados como criminales, portadores de enfermedades o como una amenaza laboral o cultural, generando miedo y rechazo. Así, los ciudadanos del país receptor exacerban el racismo y el discurso de odio, sintiendo que necesitan gobiernos y fuerzas armadas xenófobas que los protejan, aunque los opriman y controlen.

Entre los múltiples efectos del COVID-19 (coronavirus) destaca la sinofobia, o actitud de rechazo a la población china, discriminándola, excluyéndola o agrediéndola física o verbalmente. “Peligro amarillo, bioterroristas o panda-monio” son términos utilizados para insultar a personas chinas que, en algunos casos, tienen dos o tres generaciones de vivir en la sociedad que les agrede. Los círculos políticos y económicos anti chinos, como el gobierno de Trump, han aprovechado la pandemia para exacerbar el miedo y el racismo, postulando que “hay que patear a China mientras esté caída”.

La semana pasada, la OPEP y sus aliados no pudieron ponerse de acuerdo en relación con la cuantía de la producción petrolera diaria, por el rechazo ruso a reducirla. En los últimos diez años, la producción petrolera rusa solamente aumentó 10%, respetando la política de reducción de la OPEP, mientras la de EE. UU. creció 87%. Actualmente los precios del crudo han caído estrepitosamente, se ha desatado una guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudita, y la gobernabilidad del sistema petrolero ha volado en pedazos, generando incertidumbre y miedo, mucho miedo.

Lo anterior afecta gravemente al dólar, divisa en la que se comercia el petróleo, y que respalda a casi todas las monedas de occidente, generándose una crisis sin precedentes en las bolsas de valores del orbe, que perdieron más del 7%, provocándose pérdidas multimillonarias. El desplome bursátil provocará quiebras y cierres de empresas, dejando a miles de trabajadores sin sustento y con temor, sin más alternativa que integrarse al crimen organizado o migrar.

Hace más de 19 siglos, el filósofo griego Epicteto de Frigia ya reflexionaba sobre cómo el temor nos domina: “No hay que tener miedo de la pobreza ni del destierro, ni de la cárcel, ni de la muerte. De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”.

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