Douglas Abadía

douglas.abadia@gmail.com

Politólogo, asesor y consultor político, miembro de Analistas Independientes de Guatemala, Docente Universitario.

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Lic. Douglas Abadia C.
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A lo largo de los años hemos escuchado la palabra “reforma”, en específico en el tema del Estado.  El Estado de Guatemala posee aún hoy en día características antiquísimas de tipo económico, político y social.  No hemos logrado modernizar a nuestro Estado en parte por la existencia de intereses diversos.

Nuestro Estado guatemalteco está en declive y transita por el subdesarrollo, pues aún en pleno siglo XXI tiene rasgos de las distintas formas de dominio esclavista, con aires de la colonia y su problemática agraria.

Para ponerle fin a esta tercermundista realidad el Estado guatemalteco tiene que afrontar los grandes problemas de una forma estructural, planteándose los grandes desafíos para poder superarlos y lograr el desarrollo integral del país en el transcurso de este siglo XXI.

Para lograrlo Guatemala necesita de una reforma estatal que incluya la verdadera independencia y soberanía del Estado y la autonomía de sus 3 poderes, una reforma política con cambios significativos e incluyentes a la Ley Electoral (hay cierto grado de avance) y al sistema de partidos políticos, el cual hoy en día es aberrante y desgastante para una sociedad que camina para adelante y hacia abajo en el camino que lleva directamente al abismo.

El Estado guatemalteco tiene también como gran reto lograr una autonomía política y fiscal, para que el Estado cuente con un sistema fiscal eficiente, racional y productivo. Otro de los pilares para la reconstrucción del Estado es la buena ejecución del Presupuesto General de la Nación y su certera distribución para que el Estado deje de gastar más de lo que tiene y de asignarle más a instituciones que necesitan menos recursos económicos, humanos y materiales, es decir que cada institución se gaste y que le asignen lo justo.

A pesar de contar con avances sustantivos, incluyendo el no retorno al enfrentamiento armado, la Agenda de la Paz y la consolidación de un proceso democrático no han sido procesos lineales. Estamos a unos días del vigésimo aniversario de los Acuerdos de Paz (urge evaluarlos y determinar si vamos hacia donde se consensuó en este momento).

La implementación de los Acuerdos de Paz ha sufrido reveses vinculados a la correlación de fuerzas políticas y económicas del país, lo cual se ha expresado de varias maneras por citar un ejemplo: a) El «No» derivado de una consulta popular realizada en 1999 imposibilitó reformas constitucionales básicas para la implementación de los acuerdos.

Además de los retos derivados de una agenda de la paz pendiente, Guatemala enfrenta retos en la globalización, competitividad internacional, a un crecimiento económico significativo de la región latinoamericana que no se ha traducido necesariamente en mejor salud, educación y empleo para todos, al crecimiento demográfico concentrado en áreas urbanas, a la migración interna e internacional, a la lucha por el manejo de los recursos naturales, al cambio climático y desastres naturales, así como a la necesidad de repensar los modelos de producción para el desarrollo sostenible del país (cambio climático atroz) y del planeta que coloquen al ser humano al centro de los mismos.

Considero que para poder lograr que el Estado guatemalteco sea un Estado en reconstrucción tiene que dejar de ser producto de sus males históricos y comenzar a ser producto de buenas y eficientes acciones, pues la reforma del Estado no será exitosa sin una reforma de los modos de gobierno y una revitalización de la ciudadanía activa.

El momento es oportuno, Guatemala se queda rezagada cada día más comparada con sus vecinos sin ir tan lejos.

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