Por NICOLE WINFIELD
CIUDAD DEL VATICANO
Agencia AP)
Las víctimas de abusos sexuales cometidos por el clero acudieron a Roma esta semana al cumplirse el primer aniversario de la cumbre de líderes eclesiásticos convocada por el Papa Francisco para prevenir dichos abusos, y exhortaron a que haya mayor rendición de cuentas y reconocimiento del dolor que padecen.
Tres argentinos sordos marcharon ayer por la Plaza San Pedro. Ellos están entre las víctimas de abuso sexual violento a manos de sacerdotes en la filial argentina del Instituto Provolo, un colegio católico para sordos en el que también hubo docenas de víctimas en su plantel en Verona, Italia.
Recientemente, un tribunal argentino declaró culpables a dos sacerdotes de Provolo por violar reiteradamente a los niños. En 2014 se le había avisado a Francisco que uno de ellos también había cometido agresiones en Verona.
«Apoye a los sobrevivientes de Provolo», rezaba una pancarta que las víctimas sostenían frente a la Plaza de San Pedro.
Entre los que marchaban también estaba Mary Dispenza, una víctima de abusos cometidos tanto por un sacerdote como por una monja. Ella y otros miembros del grupo activista SNAP, con sede en Estados Unidos, caminaron hacia la sede del organismo UISG, que aglutina a diversas hermanas religiosas, y agendaron una reunión con su secretaria ejecutiva, la hermana Patricia Murray.
Su objetivo era pedir que la UISG hable más sobre el problema no reconocido de las monjas que abusan sexualmente de niños y de otras monjas. Gran parte de la crisis de abusos se ha enfocado en sacerdotes que violan y acosan a niños, y poco se ha dicho o hecho sobre el problema de los abusos cometidos por monjas.
«¿Logramos algo? No estoy segura. La hermana Patricia fue sincera en cuanto a su preocupación», dijo Dispenza en un correo electrónico a The Associated Press.
El activismo de esta semana fue efectuado para que coincidiera con el primer aniversario de la cumbre de Francisco efectuada del 21 al 24 de febrero de 2019, durante la cual convocó a los encargados de las conferencias episcopales nacionales de todo el mundo para un curso de cuatro días sobre la prevención del abuso sexual.
Organizó la cumbre después de que él mismo calculara mal el alcance del escándalo, sobre todo en Chile, y después de que éste resurgiera en Estados Unidos luego de revelarse décadas de encubrimiento sistemático en Pensilvania y el caso del excardenal Theodore McCarrick. Francisco expulsó del sacerdocio a ese clérigo por abusar de adultos y niños.
En el año que ha transcurrido desde la cumbre, el papa aprobó dos importantes reformas legales: eliminó el llamado secreto pontificio de los casos de abuso sexual, lo que significa que los obispos y superiores de órdenes religiosas ya pueden cooperar más libremente con la policía durante las investigaciones penales de los abusadores, y aprobó una ley que requiere que todos los abusos sean reportados a la Iglesia –pero no a la policía–, incluyendo los cometidos por monjas.
En una conferencia de prensa de esta semana, expertos de BishopAccountability, una base de datos en línea sobre la crisis de abusos, elogiaron los avances legales y la conciencia que la cumbre global le dio a los líderes eclesiásticos, que desde hace tiempo se han negado a creerle a las víctimas. Sin embargo, dijeron que se debe hacer más.
«La principal falla del Vaticano y del papa es no implementar una ley sólida, universal, de tolerancia cero», dijo Anne Barrett Doyle, cofundadora del grupo. «Si eres declarado culpable una sola vez de abusar sexualmente de un niño, eres retirado permanentemente del ministerio y eres monitoreado de cerca por la Iglesia».
Francisco ha dejado de utilizar el término «tolerancia cero», dado que la mayoría de los líderes eclesiásticos afuera de Estados Unidos rechazan la política de que los sacerdotes depredadores sean expulsados tras cometer el primer abuso.