Edith González
“Guatemala está herida, pero no de muerte…”.
Shell Eugenio Laugerud García
Presidente de Guatemala
Febrero 4 de 1976. Una fecha marcada en la historia de Guatemala por el impactante terremoto que de oriente a occidente y de norte a sur se ensañó con ese país que a la par recibía el golpe de los años de la guerra.
Su duración se estima en 30 segundos por organismos internacionales. Los sismógrafos guatemaltecos quedaron fuera de servicio, explicó en su momento el director del Instituto de Sismología de Guatemala, ingeniero José Vassaux.
El primer impacto generó 78 mil 504 heridos y 22 mil 778 muertos que luego serían 25 mil 564, por la muerte en hospitales, viviendas y cadáveres localizados por las brigadas de rescate en las zonas colapsadas.
Tres meses después el presidente Laugerud da a conocer el informe sobre daños en el territorio nacional: 600 mil 400 viviendas destruidas o dañadas; bienes duraderos perdidos, 55 millones, 880 mil quetzales. Infraestructura social (agua, salud, educación, iglesias, monumentos, bienestar social, edificios públicos): 219 millones de quetzales. Infraestructura de apoyo (carreteras, puentes, vías férreas, aeropuertos, puertos y telecomunicaciones, infraestructura de riegos agrícolas) 77 millones 400 mil quetzales. El descombramiento se estimó en 12 millones 200 mil quetzales, pérdidas de la agricultura, comercio e industria 54 millones 300 mil quetzales y otros en un millón 400 mil quetzales.
Pero el guatemalteco se mostró valiente, colaborador, amigo. Al amanecer del terremoto, cuando la capital estaba por los suelos se podía ver por las derruidas calles a personas que se dirigían a sus trabajos. Algunos llevaban sus “portaviandas” con su almuerzo.
Don Daniel González Arévalo, mi padre viajó en varias ocasiones a la Costa Sur y transportaba a la capital, tamalitos de masa, plátanos, bananos y mucha comida, la cual se repartía entre los vecinos.
El terremoto nos deja sin carreteras, el periodista Ricardo Gatica Trejo llega a pie, dos días después de la tragedia a la cabecera de Chimaltenango y en una de las bancas de cemento del parque central encuentra a tres personas que le dicen: “somos presos y la cárcel se cayó… esperamos a ver qué harán con nosotros…”
Y surgen las “tembloreras”, improvisadas champas que en las calles, entre paredes caídas y polvo se acomodaron padres de familia con enormes grupos familiares para pasarla. No había electricidad y la televisión, blanco y negro, no funcionaba. El presidente Laugerud logra que Emisoras Unidas, la única en el aire con planta eléctrica propia, le permita enviar un mensaje al mundo y fue en esa alocución que dio a conocer su frase célebre: “Guatemala está herida, pero no de muerte”… cuánta razón tenía
GRACIAS: A 44 años de la más dolorosa tragedia vivida por los guatemaltecos, quiero recordar a los Bomberos, Voluntarios y Municipales, Cruz Roja, Ejército de Guatemala, Policía Nacional, y a los silenciosos héroes que dieron su aporte para sobrevivir y levantarnos.
A la Prensa Nacional por mantener, a tragos y empujones la información.