Es indudable que el país entró en una senda de transformación a partir del año 2015 cuando se evidenció la dimensión de la corrupción que todos intuíamos pero que, con las investigaciones realizadas a partir del Caso La Línea y los que le siguieron, quedó demostrada para confirmar que creamos un sistema podrido que opera únicamente para beneficio de quienes se reparten el pastel gracias a los acuerdos entre políticos, que se van renovando cada cuatro años, y su contraparte en el sector privado que concentra privilegios de todo tipo.
Las elecciones del año pasado pintaban para que el electorado materializara en las urnas su malestar ante el sistema, pero el mismo supo actuar con diligencia para eliminar opciones que pudieran representarle un riesgo. Concentrados en ese esfuerzo ni se dieron cuenta de la participación de un grupo emergente que fue visto con desdén, no sólo por su origen sino porque tuvo la osadía de postular como candidata presidencial a una mujer e indígena, razones suficientes para que las élites vieran de menos esa propuesta que, además, no disponía de los recursos que son hábilmente controlados por los dueños del sistema que mediante el pisto deciden quién gana o pierde elecciones en Guatemala.
El caso es que el Movimiento de Liberación de los Pueblos dio una campanada que nadie se esperaba, pero que, conocidos los resultados causó preocupación porque sus planteamientos, que arrancan con el llamado a una convocatoria para una Constituyente que reforme nuestra Carta Magna en base a conceptos de equidad e inclusión, parecen dirigidos al mero corazón de la que ha sido la tradición política y hegemónica en nuestro país.
En la elección de diputados ese partido obtuvo un magro resultado con una sola diputación. La misma correspondió, otra vez, a una mujer e indígena y fue vista con el mismo desdén. Cuando la diputada Vicenta Jerónimo hizo su propuesta de renunciar a la comida pagada por el Congreso, además de las otras granjerías de las que gozan los diputados, los voceros de la élite y sus aliados en el Pacto de Corruptos reaccionaron con el desprecio ancestral, haciendo mofa de su propuesta y diciéndole que no sólo puede renunciar a seguro, teléfono, computadora y comida, sino que también puede renunciar a la curul.
Se está confirmando que la ceguera de las élites no tiene límite y que con su arrogancia le están mostrando a la población en general que valoran más sus privilegios y sus mezquinos intereses que al mismo país, al que llevarán al despeñadero por su terca y torpe postura.