Es criterio generalizado que los políticos acomodan su discurso y sus acciones a lo que les conviene en determinado momento, sin que importen principios ni valores. Por ello es que el gesto de ayer del Senador republicano Mitt Romney al votar a favor de la destitución de Trump, cobra enorme relieve porque lo hizo en contra de la disciplina partidaria, pero, más importante aún, en contra de las peticiones que recibió de muchísimos votantes republicanos para que cerrara filas a efecto de exonerar al gobernante de los cargos que le formuló la Cámara de Representantes.

Su discurso fue realmente conmovedor porque reconoció esas presiones y las consecuencias que para su carrera política puede tener ese voto contra Trump. Asumió que en medio de la tremenda polarización que hay en la sociedad norteamericana, él puede terminar pagando un alto precio por haber actuado en contra de la línea partidaria, pero expuso las razones por las que lo hizo y, creo yo, eso lo hará pasar a la historia no sólo como el primer senador que vota a favor de la destitución de un presidente de su mismo partido, sino como un político coherente con sus ideas y convicciones, las que antepuso a cualquier otro tipo de consideración.

Romney fue candidato presidencial y es ampliamente conocido en su país. No se trata de ningún oscuro Senador cuyas actuaciones puedan ser vistas con desdén por el mismo Trump y por la ciudadanía y seguramente que será objeto de numerosos ataques de un presidente que encuentra en las redes sociales el canal para sus desahogos hepáticos y desde ya se puede anticipar el veneno que en su contra empezará a fluir desde la cuenta oficial del inquilino de la Casa Blanca.

Pero Romney, sabiendo todo eso y nadie hubiera juzgado mal que se sumara a la mayoría, dijo que votó de acuerdo a su conciencia y su compromiso primario que es con un Dios al que no le puede jugar la vuelta con argumentos engañosos. Dijo que para él los hechos que fueron señalados en la acusación constituyen causa suficiente para el Impeachment y que por lo tanto tomó la decisión de votar a favor de la remoción del Presidente por haber cometido abusos que violentan el concepto del ejercicio del poder en un sistema democrático. No se tragó el argumento de que Trump tenía derecho a hacer lo que quisiera y como lo quisiera simplemente porque al buscar su reelección está actuando con base en el interés público.

Sus argumentos fueron sólidos y se notó lo que para él significó romper la línea partidaria al emitir su voto ayer durante la jornada final del Impeachment. Aceptó las consecuencias que sin duda tendrá en su carrera esa decisión que lo convierte en un apestado para las huestes trumpistas, esas que no andan viendo razones porque están dispuestas a que a su líder se le acepte todo, desde abusos contra las mujeres hasta que pueda matar a alguien en la Quinta Avenida de Nueva York sin consecuencias, como él mismo dijo.

Ver a un político actuar de esa manera es edificante y aunque sea uno en cien, su gesto lo enaltece y destaca el enorme valor de quien antepone sus principios y valores, actuando con absoluta coherencia.

Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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