Los lectores habituales de La Hora notarán hoy la ausencia de la columna del colega, veterano periodista, Félix Loarca Guzmán, quien durante varias décadas ha escrito todos los miércoles abordando desde su particular perspectiva los temas de la actualidad nacional. La semana pasada Félix sufrió un accidente y está siendo tratado médicamente en medio de las atenciones de su familia.
Él es parte de esa generación de periodistas guatemaltecos que se formaron en los años iniciales del llamado conflicto interno que se vivió a partir de 1960 y que perduró hasta finales de siglo. Trabajó como reportero con nosotros en esos años tan difíciles, durante los cuales muchos colegas fueron asesinados en el marco del terrorismo represivo que se montó para acallar a los medios de comunicación, específicamente en los temas relacionados con las violaciones de los derechos humanos.
Quizá agobiado por la autocensura que había que imponerse, Félix fue dejando el periodismo activo y se interesó por la sociología, campo en el que realizó estudios y que tanto le sirve para su actual afición de columnista en La Hora. A principios de los años setenta me tocó reencontrarme con Félix en la Municipalidad de Guatemala, donde ambos trabajamos y gozamos de la confianza y amistad de Manuel Colom Argueta, compartiendo desde entonces los sueños por la construcción de una Guatemala diferente que pudiera librarse de esa trágica polarización que nos había dejado la intervención de 1954.
Si no recuerdo mal, fue al final de esa etapa cuando él empezó a escribir con nosotros y lo ha hecho con regularidad semanalmente, tocando temas que evidencian en buena medida la frustración que sentimos los miembros de una generación que no logró plasmar sus sueños para construir un país distinto en el que no existiera tanta marginación y pobreza, en el que más gente pueda concretar sus aspiraciones de condiciones de vida diferentes, producto de su inclusión en una sociedad generadora de oportunidades para la mayor cantidad posible de sus miembros.
Espero que la recuperación de Félix sea completa y que dentro de poco volvamos a tener su columna en La Hora donde tiene un buen número de lectores, detalle que ahora se puede comprobar por las estadísticas que ofrecen los sistemas que analizan diariamente el flujo de lectores.
El otro caso es el de Roberto Arias quien, desgraciadamente, murió el viernes de la semana pasada de un súbito infarto. Recuerdo muy vívidamente cuando vino hace muchos años a solicitar espacio para una columna orientada a la promoción de políticas ambientales y ese fue el centro de su producción periodística todos los sábados a lo largo de mucho tiempo. Pero evidentemente se dio cuenta que de nada servía abordar los temas fundamentales del deterioro ambiental en medio de un país donde la institucionalidad se convirtió en presa de la corrupción y poco a poco fue centrando su atención en la temática política.
En ambos casos la postura frontal les generó simpatías y lectores, pero también se ganaron enemigos y detractores porque ninguno se anduvo por las ramas para expresar su pensamiento y en un país de tanta intolerancia como el nuestro, eso nos pasa a todos los que manifestamos nuestra opinión. En su caso la ausencia definitiva será sensible y expreso mi pesar a su familia y a sus amigos.