Por SONIA PÉREZ D.
CHIQUIMULA, Guatemala
Agencia AP
Las duras medidas antiinmigración adoptadas en el último año y la cooperación de los gobiernos regionales derivaron en una drástica reducción del número de migrantes centroamericanos que respondieron a la llamada de una nueva caravana, según funcionarios de Estados Unidos.
Aun así, varios miles de migrantes en su mayoría hondureños que echaron a andar esta semana con la esperanza de llegar a Estados Unidos son un recordatorio de la continuidad en la región de las fuerzas detrás de su marcha: la violencia y el desempleo.
La policía de Guatemala, acompañada de agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE por sus siglas en inglés), dispersó ayer a la mayor parte del grupo de 300 migrantes, subiéndolos a autobuses y enviándolos de regreso a la frontera con Honduras, en Corinto, terminando con sus planes de viajar «en caravana» hasta la frontera estadounidense.
Cerca de otro paso fronterizo guatemalteco, la policía llegó a un acuerdo con los migrantes para llevar a quienes habían ingresado al país sin registrarse de vuelta a la frontera para hacerlo, y trasladarlos nuevamente a un albergue en Esquipulas. No estuvo claro cuántos continuarán su viaje y cuántos darán media vuelta.
Se espera que algunos de los interceptados ayer se den por vencidos y regresen a Honduras, aunque grupos dispersos seguían avanzando por una región tropical del sureste de Guatemala.
Uno de ellos era Génesis Fuentes, una hondureña de 19 años que formó parte de la primera caravana masiva en octubre de 2018. Entonces llegó a Mexicali, una ciudad del norte de México, al otro lado de Calexico, California, y durante unos cinco meses vivió allí trabajando como camarera y cocinera. Finalmente cruzó a Estados Unidos con unos amigos cerca de Algodones, en el límite entre California y Yuma, Arizona, pero fue detenida por agentes fronterizos y deportada el pasado mayo.
Vestida con camiseta roja, una sudadera con capucha, pantalones de mezclilla y sandalias, Fuentes renqueaba debido a un golpe en la rodilla. Explicó que ser deportada significaba volver a una vida que no es vida.
«En Honduras no hay trabajo», comentó. «Desde que nos deportaron no hemos encontrado trabajo».
Unos 160 kilómetros (100 millas) al suroeste, en Esquipulas, Guatemala, más de 600 migrantes que cruzaron ayer en Agua Caliente se tendieron en el suelo bajo un cielo gris para descansar o comer. Planeaban pasar ahí allí la noche y retomar la marcha antes del amanecer de hoy.
Jomas Joel Paredes, originario de Villanueva, Honduras, salió ayer en la mañana de San Pedro Sula, un día después que la mayoría de los migrantes. Tuvo suerte al encontrar alguien que lo llevara y de que el camión en el que viajaba no fuera detenido en la frontera, explicó.
Este es su cuarto intento de migrar a Estados Unidos. En sus intentos previos – el más reciente en 2017– nunca llegó más allá de México.
Paredes dijo que huía de las amenazas de las pandillas, las deudas y el desempleo. Escuchó en la prensa local que México indicó que no permitiría el acceso de migrantes, pero tenía la esperanza de que el gobierno cambiara de parecer. Tiene previsto trabajar durante algún tiempo en México y enviar dinero a casa antes de, finalmente, eventualmente intentar llegar a Estados Unidos.
Su esposa y sus tres hijas se quedaron en Honduras.
«Son decisiones que hay que tomar a veces», declaró.
La agencia migratoria guatemalteca reportó ayer en la noche que registró a un total de 2 mil 274 migrantes en sus cruces de El Cinchado y Agua Caliente. Además, un número desconocido cruzó de forma irregular.
El último movimiento migratorio mostró que la crisis humanitaria en la zona conocida como el Triángulo Norte de Centroamérica continuaba, explicó el Comité Internacional de Rescate, un grupo de ayuda humanitaria con sede en Nueva York.
«No se trata de la potencial esperanza que espera al otro lado, se trata de la indigencia e inseguridad que dejan atrás», apuntó Scott Lea, director interino de la ONG para el norte de Centroamérica, en un comunicado.
Las medidas implementadas por los gobiernos de Estados Unidos, México y Centroamérica han reducido la demanda, dijo el secretario interino de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Chad Wolf, señalando un menor número de detenciones en la frontera de su país durante siete meses consecutivos.
«Puedo decir que esta caravana no se parece en lo absoluto a lo que vimos en 2018 y un poco de 2019. Unas cuantas personas aquí y allá», señaló Wolf en una entrevista para el programa «Brian Kilmeade Show» de Fox News Radio. «Lo que ha cambiado es el número de acuerdos que hemos implementado con Honduras, Guatemala y México».
Wolf también destacó la presencia de «agentes tácticos» de Estados Unidos en Guatemala.