Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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Por: Adrián Zapata
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Fue inédito que la canción “A mi manera” fuera utilizada en la ceremonia de investidura por el ahora presidente Giammattei. Ya no fue la tradicional granadera, ni el son chapín de Álvaro Colom. Probablemente habrá críticas a esta decisión. A mí me parece atrevido haberlo hecho. Expresa una irreverencia que me agrada y es coherente con su autodefinición como el primer servidor de la nación, no el primer mandatario.

Hay, obviamente, un mensaje político, que tiene un significado positivo si se interpreta como la reivindicación de su independencia de poderes que quieran mangonearlo. Pero también uno negativo, en términos de proyectar la imagen de un posible caudillismo.

Su discurso fue fogoso. Proyectó seguridad y decisión.

Tuvo como mérito haberse referido a problemas estructurales del país, cuyo abordaje ha sido secularmente desatendido. Darle una alta prioridad al tema de la desnutrición crónica infantil es, sin duda, meritorio. Definir las maras como terroristas, justificando que así deben ser tratadas a pesar de las causas de exclusión que las provocan, es un discurso que pretende ganarse la simpatía de la población aprovechándose del agobio que ella tiene por este flagelo, desconociendo las consecuencias que tal definición tiene para la seguridad nacional e, inclusive, para el mantenimiento de nuestra soberanía. El próximo paso podría ser seguir las orientaciones de Trump y declarar terrorista también a la actividad del narcotráfico.

De igual manera, promover una legislación de respaldo a las fuerzas de seguridad ante los desmanes que eventualmente puedan cometer también es una decisión peligrosa.

Hubo referencias reiteradas a los pobres, los excluidos, los marginados. Eso también es meritorio. Claro que lo hizo sin asociar esa dramática realidad con la grosera desigualdad que caracteriza la sociedad guatemalteca.

Pero sus propuestas no son aún suficientemente coherentes con los intereses de esos sectores que refirió repetidamente.

La desnutrición infantil que es una vergüenza nacional ante el mundo entero sólo puede ser abordada, si se quiere reducirla sosteniblemente, asociándola con la pobreza y la exclusión. No es, en esencia, un problema de salud pública únicamente.

La brecha urbano/rural debe ser cerrada, sin lo cual el desarrollo nacional no es posible. El crecimiento económico necesario para el desarrollo del país no produce tal efecto por sí mismo.

Yo estoy entre quienes dicen que debe dársele el beneficio de la duda al nuevo gobierno, a pesar de que tal afirmación pueda resultar demasiado complaciente ante lo hasta ahora visto.

Pero también pienso que es urgente la construcción de una fuerza de oposición constructiva, que obligue a la negociación política sobre temas de fondo.

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