Termina hoy uno de los períodos más negros de la historia del país y no hace falta repasar lo ocurrido porque es demasiado obvio como para que haga falta recordarlo. Por el contrario, es deber ciudadano ver hacia el futuro con la conciencia de lo que somos y de nuestro pasado, a fin de que cada uno de los habitantes de este país pueda asumir sus compromisos para lograr los cambios y el desarrollo que como sociedad necesitamos.

Es muy fácil culpar a otros de lo ocurrido, pero todos tenemos nuestro grado de responsabilidad por el país que tenemos, sobre todo por nuestro desinterés por las cuestiones públicas y por el devenir del Estado. Democracia no es simplemente ejercitar cada cuatro años el derecho al sufragio, sino asumir compromisos cotidianos para ser actores de nuestra vida como Nación, no sólo manteniendo actitud vigilante, como hacen algunos, sino cumpliendo con nuestros deberes cívicos y ejercitando nuestros derechos con responsabilidad.

Asume un nuevo gobierno y como cada cuatro años se alienta un poco de esperanza, pero muy pronto veremos que si abandonamos nuestros deberes volverá a ocurrir lo de siempre, es decir que los poderes fácticos volverán a convertirse en el factor principal, cooptando y capturando a las nuevas autoridades para que simplemente hagan más de lo mismo, que no es sino trabajar por una minoría de corruptos y para mantener privilegios a un puñado de actores que históricamente han sido los beneficiarios de la función pública que, como paradoja, tanto desprecian.

Nunca como hoy cobra tanto sentido aquella célebre expresión del presidente Kennedy cuando tomó posesión de su cargo y dijo que no debía preguntarse qué puede hacer nuestro país por mí, sino qué puedo hacer yo por mi país. No es momento para preguntar qué puede hacer Giammattei por nosotros, sino qué podemos hacer nosotros para asegurar que su gestión esté centrada en el bien común, en el interés colectivo y que no caiga, como han caído todas, en las redes de ese poder siniestro capaz de hacer que el Estado fracase, se desdibuje y falle en el cumplimiento de sus obligaciones esenciales.

Depende más de nosotros y de nuestra actitud que de lo que pueda hacer una persona que llega al poder. Ya hemos vivido tantos desencantos que nos obligan a encontrar las causas y las mismas están en que, emitido el sufragio, abandonamos nuestro papel ciudadano para esperar, confiados, en que todo salga bien. Hagamos que las cosas salgan bien con nuestro compromiso y nuestra exigencia. Eso cambiará nuestro futuro.

Redacción La Hora

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