Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

“A las 11:30 a. m. el chofer de mi padre observó que la embajada de España era invadida por un grupo sospechoso de manifestantes con pancartas y mochilas”.

Adolfo Molina Sierra, hijo de una de las víctimas.

En la memoria quedan guardados aquellos sucesos que fueron parte de nuestra vida, hechos que conocimos en su momento y en algunas ocasiones nos parecieron irreales, pero en verdad ocurrieron.

Guatemala se “había acostumbrado” a la guerra protagonizada por el Estado y grupos que organizaron la guerrilla guatemalteca a nombre de crear una “nueva nación” y destruir la sociedad del momento.

El 31 de enero de 1980 en el marco de la guerra que se escenificaba en el país, se produjo quizás el más cruento incidente que dejó el trágico saldo de 37 personas muertas en la sede de la embajada de España situada entonces en la 10ª. calle y 6ª avenida “A” de la zona 9. Y quedaría en la historia tras aquella jornada violenta, y que ahora marcaba un escenario nuevo, diferente y sangriento

Ese día campesinos ocuparon la embajada, encerraron a los diplomáticos, personal administrativo y el embajador, Máximo Cajal y López, no permitió la salida de exfuncionarios del gobierno de Arana a quienes, por otra parte, había invitado a una reunión, según dijo para planificar un encuentro internacional de profesionales.

La Policía Nacional acudió a la sede diplomática, los agentes escalaron por paredes y ventanas al segundo nivel y minutos más tarde se produjo una explosión y se generó un dantesco incendio que al final dejó el saldo de 37 cadáveres.

Gregorio Yuja Xona, el único sobreviviente fue rescatado e internado en un hospital privado de donde fue secuestrado esa misma noche por desconocidos armados. Su cadáver apareció al amanecer del día siguiente frente a la rectoría de la Universidad de San Carlos, con un manuscrito en el cual se leía: “Cajal, comunista, te ocurrirá lo mismo”.

Estos hechos, quizás de los peores dentro del marco de los 36 años de la guerra en Guatemala evidencian inicialmente el grado de intolerancia en la sociedad guatemalteca de la época.

Luego la débil estructura social del país, en donde la vida no valía un centavo, pero también deja al descubierto cómo el embajador Cajal y López tiende una trampa a exfuncionarios de gobierno. ¿Qué pretendía? Realmente ¿a dónde quería llegar?

Cajal y López escribe un libro sobre estos sangrientos hechos, pero en el mismo no enfrenta su responsabilidad. Lo que buscaba era salvarse históricamente acusando a estos o aquellos.

Años después nunca se pudo probar la razón por la que estaban reunidos con el embajador español Máximo Cajal varios importantes políticos guatemaltecos, el exvicepresidente Eduardo Cáceres Lehnoff, el excanciller Adolfo Molina Orantes y el abogado Mario Aguirre Godoy, que habían sido convocados por Cajal para esa fecha y hora a la embajada.

Igualmente, no se pudo determinar cómo logró escapar el embajador Cajal del incendio en la embajada, mientras el resto de los ocupantes no pudo salir.

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