Arlena Cifuentes
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Estamos a las puertas del inicio de un nuevo gobierno. Difícil suponer cuántos guatemaltecos tendrán fincadas sus esperanzas en el nuevo gobierno a la espera de que este tenga la voluntad política de abordar los problemas más urgentes del país. Sin embargo, la sociedad guatemalteca -organizada o no- tiene un quehacer fundamental: la fiscalización de sus acciones.

La fragmentación social se respira diariamente. Quienes ostentan el poder económico y político a nivel nacional e internacional han profundizado el divisionismo aprovechando muy bien la fragilidad de la sociedad ingenua e indiferente, reitero, organizada o no. La llamada sociedad civil ha caído en la trampa, Incapaz de sobreponerse a sus intereses particulares han vendido y sacrificado vidas, las de los más pobres, bajo el cobijo de una ceguera impresionante que solo abona a su favor y al de quienes los financian, esgrimiendo para ello banderas contrarias a los intereses nacionales.

Las organizaciones de mujeres son solo un ejemplo, se pierden en lo específico y desvían su mirada de los grandes problemas que aquejan al país. La izquierda, hoy más perdida y diluida que nunca -casi inexistente- inmersa en una lucha protagónica. Los sindicatos mezquinos e irresponsables fincando sus objetivos en obtener prebendas e incrementos salariales aún a costa de vender su alma al diablo. Los católicos y los evangélicos a pesar de que dicen amar a un mismo Dios manifiestan su rechazo continuamente unos a otros y así podríamos continuar con una enorme lista que ejemplifique la fragmentación social.

Tanto la sociedad como los diferentes grupos organizados deben asumir responsablemente la búsqueda y prevalencia del interés nacional: el bien de las mayorías, el desarrollo integral del país. Dar paso a la UNIDAD es imperativo como lo es deponer los intereses particulares haciendo prevalecer los de las mayorías, aquello que beneficie a los más necesitados. Esto demanda el sacrificio de todos: darle prioridad a lo general sobre lo particular; al bien común sobre el individual. Es un llamado interior a deponer el miedo y la indiferencia, a estar dispuestos a mostrar un rotundo rechazo a todo aquello que no sea congruente con las necesidades que deberá abordar como prioritarias el nuevo gobierno.

La erradicación de la desnutrición crónica es urgente y debiese ser una demanda de todos, así como la exigencia de una gestión austera que elimine todo gasto superfluo es decir la implementación de políticas de austeridad, un NO rotundo al despilfarro. Urgente la transformación del sistema de salud pública lo que implica una investigación seria de los negocios y corruptelas que están detrás del alto precio de los medicamentos. La lucha contra la impunidad y la corrupción es materia importante. La migración íntimamente ligada a la ausencia de fuentes de trabajo. La erradicación del analfabetismo no puede continuar posponiéndose, el sistema educativo necesita de una revisión y readecuación profunda.

Es el momento de involucrarse responsablemente en el quehacer nacional, es una demanda imperativa dejar de lado los intereses personales y de grupo para dar paso al surgimiento de una sociedad fortalecida, comprometida, consciente de la realidad con una visión clara de las prioridades y las acciones que debe realizar el Gobierno de Alejandro Giammattei.

La fiscalización es una tarea que corresponde a toda la sociedad. No se vale seguir señalando, ni tampoco continuar criticando. Rechazar el pseudoliderazgo que está por doquier es vital para no perderse en el camino. Tampoco se vale continuar dando recetas a través de “exhaustivos” análisis. ACCIÓN y fiscalización de la sociedad es lo que requiere la coyuntura. Lo que suceda será consecuencia de nuestra PERMISIVIDAD, PASIVIDAD, MIEDO E IRRESPONSABILIDAD. No se queje, no señale, no critique si usted es incapaz de hacer algo por su país. Solo Dios y usted cumpliendo con lo que le corresponde pueden salvar a Guatemala.

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