Eduardo Blandón
En la esfera personal soy un optimista irredento. Al levantarme creo que seré capaz de cambiar el mundo, estreno la jornada como si no existiera pasado y tengo la convicción de que soy una especie de número premiado. No entiendo de dónde viene semejante impostura egolátrica, pero juro con la mano en la Biblia que me lo creo a pie puntilla.
Casi no hay nada que oscurezca mi jornada. ¿Se enferma mi cachorro? Ya pasará. ¿Problemas financieros? Ya vendrá un milagro. ¿Altibajos emocionales? Son cosas de la vida. Así me dijeran que estamos a las puertas de una guerra nuclear, imagino que la prensa exagera y que Dios tiene el control de las malas decisiones tomadas por las potencias. El mundo terminaría si esa fuera la conducta extendida de los sapiens.
Pero no vaya a creer que soy así en todo. En el ámbito político soy ateo. Soy un pesimista de pacotilla. Nunca le creí a Cerezo ni a ninguno de los que han gobernado Guatemala en la “era democrática”. En consecuencia, como previsiblemente tenía que ser, nunca he tenido fe en nuestro cómico saliente como estadista de nuestro país. Aunque no confiar en nuestro payasín no es ni mucho menos meritorio… en él quizá, y ya me arriesgo, solo su familia cree.
Jimmy ha sido el epítome de lo “fake”. Falso en su vida moral, religiosa, política, sentimental y en cuanta área de la psique humana pueda existir. Con el “plusito” de la ridiculez en sus actos de performance: subido en un avión, vestido de kaibil, marchando en desfiles y hasta jugando a “gigoló” irresistible. Su gobierno habría sido una comedia si no fuera por el guion trágico que ha escrito en nuestro país.
Entenderá porqué no puedo ser positivo con el gobierno que se avecina. En cuanto veo a militares dispuestos a copar funciones clave en la gestión de gobierno se me revuelve el estómago. Imagino que la administración no tiene buenos augurios cuando es la vieja guardia castrense la que se aproxima a los puestos de seguridad pública. Veo muertos, conspiraciones, ejecuciones extrajudiciales y mucho más… sin ser Nostradamus, evidentemente.
Igual frunzo el ceño cuando alguien del CACIF rodea al futuro gobernante. Siento punzones de hígado también cuando leo en los periódicos que alguno de los exponentes de la derecha prehistórica dice “sentirse confiada con la llegada del nuevo presidente”. Imagino que nada bueno puede venir a Guatemala con el padrinazgo del CACIF. Recuerdo que esa gremial históricamente ha defendido sus intereses y son, en buena parte, responsables de la miseria de nuestro país.
Sí, quisiera que mi optimismo abarcara la cosa pública, pero no puedo. En esto soy un maniqueo que cree que los políticos son los operadores del mismo Satanás. Un apóstata con la convicción de que Dios se dio vacaciones de Guatemala y nos dejó sin merecerlo las siete plagas de Egipto. Todo a causa de los políticos, el ejército y los malos empresarios del CACIF… con la bendición (¡Malhaya!) hasta de un nuncio apostólico, ya sabe, el franchute de infeliz memoria: Nicolás Thevenin.