Cartas del Lector

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Carmen de Wennier

Y están en este mundo porque Dios Nuestro Señor los envía en misiones especiales con dos objetivos. El primero, auxiliar a quien está próximo a volver al Creador y segundo, convertirse en personas bondadosas que ayuden y apoyen a la familia de quien está preparando su viaje.

En nuestro caso, familia Wennier Maldonado, los ángeles cumplieron su misión.

Al enterarse de los padecimientos de salud de Raymundo, dos exalumnos del Metro, mis exalumnas del Monte María y varios amigos y familiares, se organizaron de tal manera que no tuve que preocuparme por cosas materiales y pude dedicar mi tiempo a Raymundo y a Raymond John, Sonia y los niños, su Young Lady como le decía a Lourdes y su Big Boy como le llamaba a Matías. Ayudar a Raymundo a bien morir y preparar a los hijos y nietos para enfrentar el momento que, aunque se sabe que llegará, siempre es inesperado, fue la misión que Dios me asignó.

Ese decir, Dios mío, hágase tu voluntad en tu tiempo y no en el mío, suena fácil, pero es difícil de aceptar; es abandonarse en manos de Dios y buscar a la Familia de Nazaret para que ellos nos acompañen en ese caminar.

Gracias a esos ángeles, Raymundo tuvo la mejor atención médica y los cuidados de enfermería que fue requiriendo y que fueron indispensables para su comodidad. Un ejército de almas piadosas, nos encomendó en cadenas de oración en varios países; esas oraciones fueron abriendo el camino. La oración diaria a la Virgen, especialmente bajo la advocación de la Inmaculada, en Fátima, en Lourdes, en Medugorie, en Guadalupe y en El Carmen, la hicimos con Raymundo y Raymond John nos acompañó en los últimos días. La fe y la esperanza no nos abandonaron y la caridad fue palpable. El Espíritu Santo inflamaba nuestros corazones y los de otras personas con su infinito amor. Finalmente, el momento llegó y Raymundo se durmió en brazos de María, con Jesús y San José a su lado.

Hoy, Raymond John, Sonia, Lourdes, Matías y yo, queremos agradecer al licenciado Oscar Clemente Marroquín, a su familia, a la Metrofamilia formada por exalumnos, exmaestros y padres de familia, a mis exalumnas del Monte María, a familiares y amigos, el cariño, la solidaridad, su apoyo incondicional, en tiempo, en dinero, sus oraciones y su amistad. Los ratos que compartieron con Raymundo, que lo animaron en la fe, que le contaron lo que él hizo por ellos, los valoró con mucho cariño porque para él cada alumno fue un hijo y cada amigo, fue su amigo.

A todos y a cada uno en especial, les decimos GRACIAS. A Leonel quien cada semana nos llevó la Comunión, a Father Michael, nuestro amigo, al Padre Álvaro de los Heraldos quien le llevó a la Virgen de Fátima, lo auxilió con la Santa Unción y celebró la Misa en su funeral. A los médicos que los trataron también, al doctor Edgar Herrera Ríos, su exalumno en La Salle de Huehuetenango y su médico por muchos años, al doctor Jhohan Vásquez Díaz quien lo trató por un año y al doctor Akzel López, quien estuvo con nosotros la noche en la que Raymundo murió a la vida terrenal y nació a la vida eterna. A todos, Dios los bendice, ángeles que Dios envió a cumplir una misión.

Espero que algún día nuestra familia pueda hacer por alguien, lo que ustedes hicieron por nosotros.

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