Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Durante estos días de descanso hay más tiempo para enterarse de muchas cosas que pasan de largo en medio del ajetreo cotidiano y de la compleja situación en que va a quedar el país tras el gobierno del señor Morales. Y en uno de los tantos chats que se pueden leer con más detenimiento se comentó la situación que se vive en la ciudad colombiana de Medellín, donde los vecinos se preparan también para la toma de posesión de un nuevo Alcalde que los medios pintan como un jovencito visionario y muy comprometido con el desarrollo urbano, tema que entiende y en el que se esperan de él enormes resultados, especialmente en continuidad de las ya vigentes políticas en materia vial y de transporte colectivo.

Pero me llamó la atención un comentario que leí al respecto y en el que decían exactamente la frase que utilizo para titular esta primera columna del año, puesto que se atribuye todo lo bueno que hoy se ve en Medellín a la “continuidad” que se tiene en las políticas de desarrollo municipal desde hace varios años. Y es que, por supuesto, cuando algo se hace bien amerita que haya continuidad y no como ocurre en Guatemala donde cada nuevo personaje que llega a un puesto público se siente iluminado y lo primero que hace es acabar con lo que venía haciendo su antecesor.

No se me olvida lo que pasó con el Plamabag, el Plan de Abastecimiento de Agua para la ciudad de Guatemala, en el que se invirtió no sólo mucho dinero sino además tiempo irreparable para estudiar todas las posibles fuentes de donde se podría traer agua por gravedad para la metrópoli que creció exponencialmente después del terremoto de 1976. Con el cambio de administración municipal el nuevo Alcalde tuvo sobre su escritorio el voluminoso resultado de ese estudio que había medido caudales y tomado en cuenta las condiciones de las cuencas, pero su inquietud fue quién había hecho ese trabajo. Cuando le dijeron que el profesional a cargo de todo el equipo era el Doctor (especializado en Francia en ingeniería Hidráulica) Alberto Solórzano Núñez, simplemente ordenó que se llevaran “los papeles” porque él no iba a impulsar ningún plan de un comunista del FUR, perdiéndose así el que seguramente fue el último plan serio para proteger cuencas y garantizar el suministro de agua potable para la metrópoli.

Pero después de eso hemos tenido plena continuidad en el municipio de Guatemala durante 34 años en los que el mismo equipo ha administrado la ciudad que, directamente o indirectamente, permaneció bajo el control de Álvaro Arzú y su gente. Y es obvio que sólo la continuidad no significa nada si no existen planes serios elaborados por técnicos y expertos que conocen la problemática del desarrollo urbano.

La nuestra ha sido una continuidad de caprichos e ideas personales sin teoría ni sustento y el resultado es lo que ahora tenemos. Cuando hace poco alguien dijo que si usted pasa más de dos horas al día atrapado en el tránsito su obligación es cambiar de Alcalde, se refería muy directamente a Guatemala donde, por tanta continuidad de ese tipo, los vecinos viven atrapados por el tráfico.

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