Raúl Molina
Lo que más golpea a nuestra población, y le genera impotencia, es que cada vez el país está peor. Quienes pueden hacerlo, prefieren buscar oportunidades en el extranjero -hoy cada día más escasas por la vil entrega de Jimmy a Trump- y a quienes se quedan en el país no les queda otra opción que la de trabajar arduamente para sobrevivir, salvo personas corruptas que se aprovechan del descalabro, para amasar dinero, como la clase parásita que se ha afianzado en los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, así como en instituciones autónomas, incluidas la Usac y el IGSS. Concluye esta década con los últimos abusos del peor gobierno que ha tenido el país desde la transición a gobierno civil en 1986. Han sido malos todos ellos, con su apertura hacia la corrupción y el crimen organizado y su preocupación por bloquear los esfuerzos de la justicia por romper la impunidad; pero ninguno tan malo y nocivo como el de Jimmy. El ascenso del FCN-Nación significó llevar a sus extremos la delincuencia estatal, la corrupción y la impunidad; hoy, solamente la revolución ética nos puede salvar.
No es que el pueblo no haya dado la lucha contra el corroído sistema; el problema es que nunca ha llegado la lucha al punto de destruirlo. En 2015, la ciudadanía se lanzó a una rebelión pacífica y salió a las calles y plazas, apoyada también por la Diáspora, para echar a la vicepresidenta, primero, y a Otto Pérez, después de veinte semanas. Se debió haber continuado en rebelión y forzar a que las elecciones no se realizaran en las pésimas condiciones vigentes; era imposible depurar el sistema político de seguir éste en manos de las mismas personas corruptas. La Embajada y el CACIF salieron en defensa del proceso electoral y la ciudadanía cayó en la trampa. Llegaron al gobierno los maleantes del FCN-Nación, con los capos de la corrupción al frente, y se eligió a la peor legislatura que se ha tenido desde la transición a gobierno civil. Pronto la ciudadanía se dio cuenta de que había sido engañada. La militarización y la corrupción continuaron rampantes y Jimmy se vio acorralado por las denuncias de la CICIG y la vuelta de la ciudadanía a las calles. Se pidió la renuncia de Jimmy y las y los subalternos de su gobierno; pero en el momento justo para forzar la renuncia del Congreso, los poderosos volvieron a engañar a la ciudadanía con la falsa oferta de que se podría derrotar a las y los corruptos mediante las elecciones de 2019. Nueva trampa: con fraudes de todo tipo la dictadura de la corrupción se ha vuelto a instalar en los Poderes Ejecutivo y Legislativo. Hoy, estamos muchísimo peor que al finalizar 2009, y debido al gobierno de Trump, con muy pocas posibilidades de cambiar con el “presidente encargado”, que ha de asumir el 14 de enero. Ha habido una regresión profunda en materia de violencia, militarización, crimen organizado, pérdida de soberanía y derechos humanos individuales y colectivos. Atrás en democracia y desarrollo, y más aún con relación a la elusiva “paz firme y duradera”. Lo que no puede acabarse y no se acabará es la lucha popular y progresista, hasta que el estallido social transforme al Estado y la sociedad.