Mientras millones de guatemaltecos se preparan para la celebración de la Navidad en armonía y la felicidad que significa el Nacimiento del Hijo de Dios, más de veinte familias sufren el dolor insuperable de la absurda muerte de las víctimas del trágico crimen cometido por un piloto de tráiler que destruyó un bus pulman que venía de Petén hacia la ciudad capital el sábado en la madrugada. Se suma este hecho violento a los tantos que ocurren en nuestro país donde hay un absoluto irrespeto a las leyes de tránsito y en general a las de la debida convivencia. Nos resistimos a calificar de accidente o percance este hecho porque el mismo no fue un suceso eventual, ni acción causante de un daño involuntario o imprevisto.

El dramático relato que en redes sociales ha hecho el ayudante del bus permite entender la absoluta responsabilidad de un piloto ebrio que iba acompañado de dos mujeres, una de las cuales, al menos, se bajó desnuda de la cabina del camión causante del trágico accidente. Si recientemente se condenó a 26 años de prisión a Jabes Meda por la muerte de una estudiante que atropelló y las lesiones a otras jovencitas que realizaban una protesta callejera, cuánto más tendría que pasar en la cárcel el responsable de la muerte de más de veinte pasajeros de un bus. En este caso es obvio que el licor constituye un serio agravante que debe ser seriamente castigado.

Indigna ver la forma en que pasajeros del transporte pesado, de pasajeros o de carga, conducen a toda velocidad y con absoluta irresponsabilidad en nuestras carreteras, exponiendo a tantas personas inocentes. Casi dos mil quinientas personas han muerto este año en situaciones de tránsito, siendo realmente accidentes, es decir sucesos eventuales causantes de un daño o que son de verdad involuntarios o imprevistos, apenas la minoría porque prevalece ese comportamiento criminal de quienes conducen en forma temeraria a sabiendas de que pueden matar a algunas personas.

En la medida en que se sigan tratando de manera superficial y frívola estos hechos, generalmente resueltos, si mucho, mediante compensación económica para los deudos, no se sentará el necesario precedente para que siquiera el temor a una fuerte condena sea un factor importante para reducir este tipo de siniestros irreparables. No podemos, como sociedad, permitir que siga esa ligereza para juzgar a los causantes de desolación y muerte porque es esa falta de protección jurídica para las personas lo que alienta a tanto criminal a actuar como energúmenos en el peligroso tránsito de Guatemala.

Redacción La Hora

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