Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Tras ver la película The Two Popes (Los Dos Papas), que presenta la ficción de un encuentro entre el Papa Benedicto y su sucesor, el Cardenal Bergoglio, ahora Papa Francisco, llega la noticia de la reunión del Pontífice con el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, en la que ambos líderes asumen compromisos y exhortan al mundo a poner atención en temas como el de la migración, la pobreza, la desnutrición, el cambio climático y los abusos contra menores, entre otros que agobian a la humanidad. Por supuesto que para los guatemaltecos muchos de esos problemas tienen rostro chapín, porque si en algún lugar hay que preocuparse por la pobreza, el hambre y la migración es en este nuestro atribulado país.

Por supuesto que al abordar el tema de los abusos contra menores la Iglesia está mostrando un importante cambio de actitud que se reflejó en la muy reciente disposición papal de eliminar el Secreto Pontificio en lo que se relaciona con ese tipo de hechos criminales que han afectado a tantas personas alrededor del mundo. Como consecuencia de la eliminación de tal Secreto, que sirvió para proteger a pederastas, este fin de semana fue publicado el primer informe de la comisión interna de los Legionarios de Cristo, orden fundada por el mexicano Marcial Maciel, en el que reconocen que ese religioso de enorme fama y poder encabeza la tenebrosa lista de abusadores que se aprovecharon de 175 menores a lo largo de muchos años. Y no puede uno dejar de recordar que Juan Pablo II, elevado a los altares en tiempo récord, se llevó a Maciel de México al Vaticano para protegerlo y evitar investigaciones en su contra cuando salieron a luz los primeros casos de su tenebroso y perverso comportamiento.

La protección papal permitió que ese depredador y muchos de sus discípulos siguieran haciendo de las suyas y que las víctimas fueran despreciadas por la Iglesia que cerró filas alrededor de la protección de los abusadores. Recuerdo muy bien el reclamo que alguna vez me hizo un cura, ahora obispo en Guatemala, porque La Hora había publicado alguna de las tantas denuncias que empezaban a surgir alrededor del mundo en aquellos lejanos años. Según él, tales noticias eran producto de una conspiración para destruir a la Iglesia Católica y esa fue la actitud que adoptó la jerarquía durante muchos años para silenciar lo que, como hoy se sabe, era una dolorosa realidad que afectó a millares de personas, especialmente jóvenes, víctimas del abuso sexual perpetrado por quienes debían ser sus guías espirituales.

Cuesta creer que un Santo haya actuado no sólo con tan escasa visión sino con tan precario interés por las víctimas. Pero la historia de nuestra Iglesia refleja el hecho de que está compuesta y dirigida por seres humanos y por ello hay tantos aciertos y tantos errores. Sin embargo, es de decir que el Papa Francisco está dirigiendo una Iglesia que asume compromiso y que trata de renovarse más allá de la dogmática actitud de rechazo a incontables realidades que tienen que ser encaradas y asumidas con visión de comprensión, amor y caridad.

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