Alfonso Mata

Una frase resume el tránsito del último Nuncio apostólico por Guatemala: “Pasó como un desconocido entre desconocidos”. Es difícil el papel de pastor y embajador a la vez, pero este hombre mostró una total indiferencia pública a la miseria e injusticia nacional siendo en esto un pobre servidor de su religión y lo religioso y de igual manera lo político, aunque sí servidor de misiones subalternas y oscuras alejadas de lo que es un buen gobierno ¿desviado de la visión de Roma? lo que viene a mostrarnos el caos que reina entre política y religión no solo a nivel nacional sino internacional.

Probablemente en su señoría pudo más el temor y la soberbia que la indignación y el cumplimiento ¿pruebas?: ninguna palabra, ninguna manifestación pública ante las injusticias, los latrocinios y el mal trato al pueblo y violaciones a la democracia. Omisión de acusaciones ante las gravísimas faltas de los grupos poderosos, a pesar de tener la oportunidad de hablar en bien del país.

Su gestión se puede resumir en que fue de ambiente tenso, pesado e indiferente. De silencio ante una realidad y una manera de vivir del pueblo, a todas luces injusta por lo precario en todo sentido y un apoyo a los que sujetan ese orden, pronunciando con ello su propia sentencia: fariseísmo. En conclusión: deja poquísimo júbilo y en la mayoría cólera y desilusión, habiendo sacado honores y provecho propio, pero traicionando a lo que representa.

Difícil es enlazar política con religión. Una persona que ocupa el cargo de Nuncio, se encuentra con la incertidumbre. Pero ante una realidad como la guatemalteca, por sus excesos políticos y sociales, el Nuncio, pastor-diplomático, debe condenar la confusión que crea un mandato político cuajado de injusticias y aberraciones contra la democracia, que conlleva a crueldades, violencia y sufrimiento y a su vez debe condenar los errores y horrores de la forma de gobernar bajo principios y accionar moral que propicia, el terror, la violencia y la opresión. Y ante eso, y sin ganas de ofender, creo que su labor política y pastoral ha sido desequilibrada, pues entiendo que lo político y religioso en su caso, tiene la misión central de salvación de las almas y el bienestar humano, cosa en que dejó deuda su administración.

El descuido de su función pastoral y política es el legado de su misión diplomática por nuestras tierras. El mensaje episcopal a los fieles en otras partes del mundo también se aplica a él: “Hay una actividad política de los obispos, pero esta no puede ser la mayor parte de su actividad. La Iglesia cuida al hombre y toma posiciones para defender al hombre en la sociedad, pero la Iglesia no está allí para hacer política. La Iglesia existe para la salvación de las almas. Debemos respetar este equilibrio”. La participación político-clerical cuando no es justa y clara y es manifestada con poca fe, afecta ambas cosas: la política y la creencia, lo que aleja al ciudadano cada vez más de los valores democráticos. ¡Qué le vaya mejor, Señor Nuncio!

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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