Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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Emilio Matta Saravia
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No es ningún secreto que la economía de Guatemala la sostienen los migrantes con los miles de millones de dólares en remesas que envían anualmente (serán más de diez mil millones de dólares este año), principalmente desde los Estados Unidos, para ayudar directamente a sus familiares. Por lo menos una tercera parte del crecimiento de nuestra economía proviene del incremento anual de las remesas.

A octubre de 2019, las remesas equivalieron al 94.3% de las exportaciones del país, es decir, ¡a la suma de los 52 principales productos de exportación de Guatemala! Hace diez años, las remesas no llegaban a ser ni siquiera el 50% del monto de las exportaciones. Este dato por sí solo, destaca la creciente relevancia de los aportes que envían nuestros compatriotas a sus familiares en Guatemala, y su incidencia en el crecimiento de nuestra economía. Ojo que con esto no quiero despreciar el aporte que realizan los empresarios desde las distintas actividades económicas en que se desempeñan, pero sí quiero enfatizar que ya es imposible pasar por alto al migrante como una fuerza productiva relevante en nuestro país.

La semana pasada, al ser entrevistado por la periodista Grecia Ortiz al respecto de las remesas, le comentaba que detrás de los números fríos y las estadísticas anónimas, hay miles de historias trágicas, personas desaparecidas y muertas, mujeres y niñas vejadas, es decir, un drama humano para quienes tratan de alcanzar un mejor futuro para ellos y sus familias.

En este contexto, las conclusiones de la entrevista que sostuvieron esta semana nuestro fatuo Presidente y su homólogo estadounidense son realmente desalentadoras además de ser una bofetada para quienes sostienen (y hacen crecer) nuestra economía con el producto de su trabajo en el extranjero. Que Trump llame criminales a los migrantes que envía deportados de regreso a nuestro país (sean chapines, guanacos o catrachos) ya es suficiente ofensa. El ser una persona de escasos recursos no lo hace a uno criminal, hasta nuestras más imbéciles autoridades lo deberían comprender. Además, vanagloriarse por conseguir diez mil visas de trabajo temporal y “tal vez” hasta cien mil (¡pajas!), cuando son millones de personas en nuestro país que no consiguen trabajo o se encuentran trabajando en la informalidad, suena hasta a broma de muy mal gusto. Peor aún fue simplemente “pedir” que se investiguen las muertes de los niños migrantes durante su cautiverio a manos de las autoridades estadounidenses; esa debió haber sido una enérgica exigencia de nuestro Presidente.

Ese es un claro reflejo de la diferencia en la preparación y alcance de ambos Presidentes. Además, nos da una clara idea de cuál de los dos Presidentes sí se preocupa realmente de sus migrantes. Debemos exigir a nuestro próximo presidente que sus acciones sean enfocadas en mejorar las condiciones del país para que se pueda generar empleo digno y en mejorar las condiciones de nuestros migrantes en los Estados Unidos, exigiendo que se les dé un trato digno y justo, no lo que han recibido hasta ahora.

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