Hoy es un día especial para Estados Unidos porque la Cámara de Representantes votará sobre el juicio político contra el presidente Donald Trump quien se suma a la selecta lista que conforman Andrew Johnson y Bill Clinton, a los que hay que agregar a Richard Nixon, que renunció justamente para evitar el impeachment, siendo el único al que una investigación del Congreso le terminó costando el puesto, pero no por una resolución del Senado, sino por su decisión de detener el proceso mediante su retiro del cargo con la garantía del perdón presidencial que le otorgó su sucesor.
Todos los procesos de impeachment han dividido a la sociedad norteamericana, pero ninguno como ahora, cuando la división es no sólo profunda y separa hasta a familias, sino que además parte por completo a la sociedad que adopta posturas irreconciliables respecto al proceso de juicio político al Presidente. El tema se ha convertido en un choque partidista porque, como dijo el líder republicano en el Senado, en este caso no se analiza con imparcialidad los hechos, sino que cada quien toma posiciones de acuerdo a la postura de su partido.
La carta que envió ayer Trump a la líder de la Cámara de Representantes, escrita evidentemente con muchas frases de su propio puño y letra, es una diatriba que apunta al debilitamiento de las instituciones, similar a las diatribas que hemos escuchado aquí en Guatemala cuando el presidente Morales arremete contra la Corte de Constitucionalidad por los fallos que no son de su agrado. En ambos casos el ataque no se queda en la agresión personal, sino trasciende al daño institucional.
Trump está fundamentando su caso en que no le permitieron aportar testigos, cuando fue él quien ordenó a todos los funcionarios que pudieron haber atestiguado a favor, que no acudieran ni atendieran las citaciones del Congreso, lo que dio lugar al caso de obstrucción al Congreso.
En el 2016 Donald Trump fue electo Presidente y eso significó el mayor cambio en la historia de ese país porque se abandonaron todas las formas y comportamientos que caracterizaron por siglos el ejercicio del poder. Ni siquiera Nixon, quien violó burdamente la ley, llegó a los niveles que ahora se viven porque él no llegó a tener la sólida base de seguidores que a Trump le aplauden absolutamente todo y que, como él dijo, le perdonarían hasta que asesinara a alguien en la 5ª. Avenida de Nueva York.
Superar una división tan profunda y sanar heridas tan graves será el reto casi imposible de ese país.