Danilo Santos

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Politólogo a contrapelo, aprendiz de las letras, la ternura y lo imposible. Barrioporteño dedicado desde hace 31 años a las causas indígenas, campesinas, populares y de defensa de los derechos humanos. Decidido constructor de otra Guatemala posible.

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Danilo Santos

Las familias de campesinas desalojadas en Purulhá, Baja Verapaz, pasarán una Navidad que no olvidarán gracias al Estado de Guatemala. Ahora se sabe que se refugiaron en las montañas mientras sus precarias viviendas eran destruidas por el “propietario” de la finca.

Cuál es la respuesta desde los gobiernos, este especialmente, a los que, como estas familias, ocupan territorios que reclaman como suyos, la simple aplicación de la ley no es suficiente; no se trata de servir de garante para unos y represor para otros. Si las tierras en realidad no pertenecen a las familias campesinas que las reclaman sino a quien dice ser el propietario, la solución no es echarlos y que miren qué hacen. Empujarlos a las montañas sin nada. A ver si en su mensaje navideño el presidente Morales se acuerda de esta población cuando lo termine diciendo, “bendiciones”.

El cierre de espacios democráticos a finales de los años cincuenta fue el caldo de cultivo de un enfrentamiento que duró 36 años, sesenta años después, la problemática agraria y muchas otras, siguen vigentes y la falta de respuesta de las élites políticas sigue siendo la misma. Reprimir. Explotar. Excluir. Queda claro que Morales solo responde a quienes se espantaron en 2015, se reagruparon y lograron no solo no ser vinculados a las mafias que controlan el Estado guatemalteco, sino que recuperaron fuerza frente al control del gobierno. El próximo Presidente es producto de la estrategia de reorganización y cierre de filas de los sectores que han espoliado al país brutalmente.

Usan la mano de obra barata para sus fincas y monocultivos, generación tras generación; capturan la política y las instituciones a través de los partidos y operadores en el Ejecutivo, la economía les pertenece porque son los dueños del capital y los medios de producción. Los presidentes les pertenecen. Los corruptos les pertenecen. Los gorilas les pertenecen. Y les pertenecerá el costo de su avaricia y cerrazón.

No se trata de tocar tambores de guerra, pero a la luz de lo que sucede en Latinoamérica y la manera en que el actual gobierno y partidos han usado la institucionalidad para no ser perseguidos por la justicia a raíz de sus acciones, deberían de poner sus barbas en remojo porque los problemas que llevaron a los que nada tenían a optar por enfrentarse al Estado, siguen vigentes y no desaparecen con resultados electorales, ni con la histérica defensa de un texto constitucional que fue manufacturado en plena época de conflicto armado sin participación de los pueblos indígenas y el campesinado de este país.

El Estado de Guatemala es excluyente, elitista y conservador. Quienes lo dirigen utilizan las leyes a su conveniencia y se olvidan del bien común, se nota en la brutalidad dirigida hacia unos y la complacencia hacia otros. Los “tiempos recios” continúan, el Marqués bien podría escribir otra novela ahora mismo, y encontraría prácticamente los mismos personajes, solo que sería una suerte de realidad novelada con décadas de historia que se repetirán hasta que reinventemos la política, la democracia y la economía de este país.

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