Mario Alberto Carrera

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Premio Nacional de Literatura 1999. Quetzal de Oro. Subdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Miembro correspondiente de la Real Academia Española. Profesor jubilado de la Facultad de Humanidades USAC y ex director de su Departamento de Letras. Ex director de la Casa de la Cultura de la USAC. Condecorado con la Orden de Isabel La Católica. Ex columnista de La Nación, El Gráfico, Siglo XXI y Crónica de la que fue miembro de su consejo editorial, primera época. Ex director del suplemento cultural de La Hora y de La Nación. Ex embajador de Guatemala en Italia, Grecia y Colombia. Ha publicado más de 25 libros en México, Colombia, Guatemala y Costa Rica.

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Mario Alberto Carrera
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Cuando yo era niño pensaba que “progreso” equivalía a una ciudad bien grande, llena de rascacielos, con miles de autos contaminantes y metálicas colas de fuego, con millones de habitantes-masa, dándose de codazos para poder avanzar en la calle, con muchos “súpers”, incuantificables autobuses y metros y, lo más importante, alejadas del campo. El estereotipo de metrópoli –o megalópolis progresista- a lo Chicago o Nueva York.

Hoy, bastante apoyado en Rousseau -que hacía reír a Voltaire por sus sugerencias de volver a la vida rural- pienso que civilización y progreso (con el calentamiento global y demás etcéteras vienen siendo paradojalmente lo contrario de lo que pensaba Voltaire). Y aunque nunca me ha pasado por las mientes la fantasía de irme a residir a un acampo de hippies (donde todos contra todos) creo que los denunciantes pacíficos -que han sido los hippies por lustros, de los asesinatos que hemos perpetrado contra nuestro planeta- tienen y han tenido por décadas toda la razón en sus indicaciones de que estamos suicidando -por pausas ya muy notorias- la Casa que tanto decimos querer.

La civilización nuestra –la judeocristiana- no sirve para nada. Ha fracaso en todo el modelo económico que ha impuesto. Bueno, los ricos claro que no. La prueba es que en vez de erradicar la miseria del planeta la ha aumentado y envenenándola. Y los grandes inventos como la dinamita no abrieron minas sino campos de muerte. Nobel inventó sus Premios para ver si sentía menos culpable por lo que había creado. Hurgó en la fisura molecular –con otros físicos nucleares y quánticos y en vez de usar la energía atómica exclusivamente para la paz, sus embajadores políticos (Presidentes y Reyes saudíes) se dedican a amenazarse con ella y a intentar llevarse por delante a media humanidad.

No muy lejanamente el “progreso” y la “civilización” y la “cultura” escarbaron en las entrañas de la Tierra y encontraron ¡oh maravilla! Un líquido negro y viscoso con lo que hoy todo se mueve o camina, líquido que llaman el excremento del diablo, porque mantiene al lumpen y a la clase media de rodillas con las cuentas del carro y gastos de fin de mes; y a la alta burguesía con surmenaje y estrés histérico en los sanatorios, porque ya no pueden vivir sin antidepresivos, antipsicóticos o benzodiacepinas, según suba o baje el excremento de Satanás. Y sobre todo ¿Cuándo se acabe?

Acabo de ver hace dos día un documental en la tele española sobre la contaminación en China que se ha convertido en una sucursal del más maldito de los infiernos: el cielo y la atmósfera y el aire circundante de un sucio color gris pegajoso y todo el mundo como que iba para el quirófano: con la cara casi completamente cubierta para no respirar lo que expele, ¡magnífico! el progreso, la civilización y la cultura.

Y lo peor es que no hay vuelta atrás. Todos los sistemas que tenemos funcionan con la misma tecnología: de Pekín a Nueva York. Examine su teléfono y lo verá. Todos también se mueven con petróleo y todo cuando usamos está diseñado para que funcionen con esos combustibles.

Y por eso también es que ocurren las “civilizadas” guerras en el mundo a pesar de que a cada rato se persignan: por el debate encarnizado por tener el control del petróleo en el mundo y cuando no se llegan a acuerdos sobre este debate, entonces las “potencias” súper inteligentes y civilizada se declaran la guerra -“por un quítame de allí esas pajas”- y se proclama casi la III guerra mundial. Lo acabamos de ver entre Estados Unidos y Corea del Norte.

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