Alfonso Mata

No somos ni una sociedad más humana ni intelectual; ni más consciente y pacífica. No importa la distancia a que nos veamos, no existe una tácita comprensión entre nuestros grupos humanos; por lo que el rencor y la amargura originado desde la conquista y colonización, no los hemos superado; al contrario, nuestra estructura y organización social, los hace crecer. Torturas, matanzas a ultranza, robos, extorsiones, injusticias, son hechos que alteran la forma de ser y comportarnos, la forma de ver y actuar, alimentando resentimientos.

El resentimiento no solo tiene que ver con la violencia política y social, también con lo laboral (cuya magnitud ignoramos). Sin embargo, el verdadero crisol del resentimiento, se gesta dentro del hogar; la mejor escuela para alimentarlo y consolidarlo. Por ejemplo, un padre que rara vez puede estar en las actividades escolares de sus hijos, se vuelve resentido; de hecho -aseguran algunos- conductas como esta, condiciona al cerebro a constantes fracasos.

Desde hace mucho se conoce que las emociones se relacionan con enfermedades crónicas y específicamente con la satisfacción, lo que a su vez (insatisfacción) causa alteraciones. ¿Posible forma en que estas se producen? susceptibilidad genética que se aúna con factores (actitudes y emociones) que convierten al rencor en equipaje de más. El rencor y el malestar emocional crónico que este motiva, al unirse, erosionan la salud. Se conoce que altera la reactividad cardiovascular, empobrece el sueño, afecta funciones como las relacionadas con el cortisol, a lo que se añade problemas emocionales como la depresión, que disminuye las tasas de superación personal y aumenta el uso de medicamentos y de drogas.

Condiciones de injusticias y violaciones a la ley que se repiten y se agigantan, falta de castigo a los trasgresores y violadores de la ley, aumentan diariamente la cantidad de resentidos. Al ser uno presa del resentimiento, no puede olvidar recuerdos, estos arrinconan nuestra forma de ser. De tal manera que el resentimiento, nos vuelve incapaces de olvidar el pasado y actuar sobre el futuro y nos abre espacios en centros cerebrales, para dejar que nos aprieten manchas morales (violencia, agresión, odio, no solidaridad) y propicia la enfermedad mental y sus consecuencias (muerte, enfermedad orgánica e incapacidades) bloqueándonos la salida hacia adelante y dejándonos quietos.

Los rencorosos, son seres en que prevalece la memoria, amarrándolos a un pensamiento persistente, haciendo y volviendo su vida contradictoria, como bien lo expresaba Nietzsche. El resentido se comporta, habla un lenguaje que lo aísla y le genera una pérdida del “otro” y del mundo con este, llevándolo a perder tacto hacia la relación y crea una sociedad configurada por soledades, a las que les es difícil pensar en el futuro.

Lo primero en una lucha contra este mal es un reajuste para erradicar los desequilibrios (legales, educativos, de salud, productivos) que impiden una convivencia política y social más justa y equitativa y eso debe acompañarse del rompimiento de la “anonimia ciudadana”, que injustificadamente perdona y que se olvida de actuar, provocando adormecimiento e indiferencia sobre lo que acontece, alimentando resentimientos y dejando que todo eso caiga como una verdad moral que favorece el crimen y la injusticia. En la actualidad, poner en acción una facultad moral de resistir y protestar contra la realidad (aunque esto es mejor que el olvido o solo el humor) visualiza la problemática del rencor, pero no la soluciona. El resentido estimula reacciones agresivas, activa niveles de ira y frustración y crea escenarios mentales dañinos, pero no soluciona.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

post author
Artículo anteriorLa clonación ideológica consecutiva desde 1954 a la fecha: un sistema de castas, linajes y exclusión –2–
Artículo siguienteOtra opinión sobre el fallo de la Sala Tercera