Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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Fernando Mollinedo C.

Nosotros, los seres humanos, tomamos la mayor parte de las decisiones individuales y colectivas partiendo de la información con que contamos; en el plano gubernamental, los Estados requieren de información especializada para prevenir, anticipar o neutralizar acciones que pudieran poner en riesgo a los habitantes, sus instituciones o a la nación.

La construcción de una agenda de riesgos en todos los Estados es un proceso institucional que se vale de la inteligencia como una metodología para recolectar y procesar información para las acciones gubernamentales, es decir, de importancia para el Estado; casi todos los países del mundo cuentan con agencias que se especializan en objetivos específicos de la agenda nacional de riesgos; por ejemplo: desmantelar una banda criminal sería del campo o esfera de la inteligencia criminal o desactivar una red de lavado de dinero sería campo de la inteligencia financiera.

En Guatemala las tareas de inteligencia se encuentran desperdigadas, en ocasiones duplicadas y la articulación entre ellas es, por celos profesionales, individualista y de conocimientos no compartidos, es decir, ineficiente. Muy pocas instituciones gubernamentales cuentan con aparatos de inteligencia civil, es decir, no relacionada con aspectos militares ni de seguridad.

En el Ministerio de Educación, nunca ha sido suficiente el trabajo realizado por la Supervisión Educativa, pues ésta se dedica con exclusividad a los aspectos administrativos de los centros educativos; y una de sus falencias más crasas ha sido el abandono de la responsabilidad de informar, con la verdad, a las autoridades superiores; por lo que, como autoridad no tienen conocimiento de lo que sucede en el campo de la vida diaria.

La burocratización ineficiente del Mineduc, no le ha permitido ver con claridad esa realidad que no se refleja en el resultado positivo de la población estudiantil; da pena y vergüenza ajena conocer esos resultados de matemática, lectura y escritura a nivel nacional, mientras tanto… sigue creciendo la burocracia y el blá, blá, blá de las autoridades educativas.

Millones de quetzales en el presupuesto nacional, millones de dólares y euros donados por la ayuda internacional para la educación rural, ¿qué se hace todo ese dinero? ¿quién o quiénes se lo huevean? Es necesario crear por lo menos unas veinte plazas no burocráticas de verdaderos Supervisores Pedagógicos Itinerantes, que sean honestos y sepan rendir cuentas de su importante trabajo (inteligencia educativa) para la proyección de los futuros planes y programas adaptados a nuestra realidad y dejar de traer libros de texto colombianos puesto que no tenemos la misma idiosincrasia.

La inteligencia no es únicamente para servicios de espionaje, prevención, represión política o criminal; también debe emplearse para fines educativos de donde salgan orientaciones, criterios y objetivos generales para saber qué hacer y tal vez así, salir de este marasmo educativo en que los dueños del país han mantenido durante cientos de años a la población estudiantil guatemalteca por medio de sus lacayos de turno. “Te rogamos Señor, óyenos”.

 

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