Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La Constitución de 1985 contemplaba en su artículo 231 la necesaria constitución de la Región Metropolitana, conformada por la ciudad de Guatemala y su área de influencia urbana, ordenando que se constituyera el Consejo Regional de Desarrollo para toda esa región, agregando que su jurisdicción territorial, organización administrativa y participación financiera del Gobierno central, sería determinado por una ley específica a ser emitida por el Congreso de la República. Todo ello porque se entendía que la complejidad de los problemas del área o región metropolitana superaba los límites jurisdiccionales del municipio y, por lo tanto, se imponía una visión global producto del mutuo entendimiento entre los jefes de los diferentes ayuntamientos de lo que algunos llaman la zona conurbada.

Sin embargo, desde 1986 la Municipalidad de Guatemala fue el principal obstáculo para la creación de esa Región Metropolitana y lejos de convertirse en líder del esfuerzo y promotor de una integración que permitiera avanzar con visión más amplia problemas como el tránsito, abastecimiento de agua, tratamiento de desechos líquidos y sólidos, planificación sobre el uso del suelo, entre otros, hubo notable resistencia a siquiera tener contacto con los otros municipios. Las razones fueron eminentemente personales y nunca prevaleció un criterio de Estado para avanzar en la senda de una correcta planificación en la que hubiera sido necesario, obviamente, el trabajo conjunto y el mutuo entendimiento y respeto entre los diferentes alcaldes. Hubiera hecho falta que todos fueran vistos y tratados como pares y no como subalternos, extremo imposible, dados los peculiares sellos de la administración capitalina.

Viene todo lo anterior a cuento porque los alcaldes de varios municipios de la Región Metropolitana decidieron hace un tiempo unir esfuerzos y trabajar conjuntamente, creando la Mancomunidad Gran Ciudad del Sur, conformada por los jefes edilicios de Villa Nueva, Villa Canales, Amatitlán, Mixco, San Miguel Petapa y Santa Catarina Pinula, municipios todos que sufren los problemas comunes de la región metropolitana, especialmente en los problemas urbanísticos enumerados arriba. Por supuesto que cuando se produjo ese esfuerzo la Municipalidad de Guatemala simplemente ignoró con desprecio olímpico lo que los alcaldes plebeyos estaban intentando y de esa cuenta la mancomunidad fue realmente más una expresión de anhelo que algo práctico porque sin el concurso del mayor generador de los problemas urbanos, la ciudad capital, era imposible que se lograran resultados.

Ahora el nuevo Alcalde de la ciudad de Guatemala decidió integrarse y eso abre el espacio para que los municipios vecinos al norte de la urbe puedan también hacerlo y de esa manera implementar la Región Metropolitana ordenada por la Constitución de la República, creando un espacio para un Consejo Regional de Desarrollo que con criterio técnico pueda iniciar el abordaje de una nueva estrategia para atender las necesidades de la metrópoli. Es cierto que más vale tarde que nunca, pero también que el tiempo perdido hasta los santos lo lloran, porque no será fácil recuperar todo lo que se debió hacer desde hace casi cuarenta años para ordenar de mejor manera el desarrollo urbano en esta congestionada región.

Ojalá que el paso permita, por fin, el inicio de un abordaje más técnico de la problemática metropolitana y que eso ayude a superar los rezagos que la prepotencia absurda generó para millones de personas.

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