Adolfo Mazariegos

El sábado recién pasado tuve la oportunidad de reunirme con un grupo de artistas y escritores encabezados por integrantes del Grupo Literario Voces, quienes tuvieron la gentileza de invitarme a un agradable conversatorio de varias horas en el que, además de los temas centrales en el ámbito de las letras cuyo abordaje era la motivación inicial del evento, también surgieron inquietudes a manera de reflexión acerca de cómo y en qué medida se aprecian y promueven el arte y la educación en Guatemala. De más está indicar que de manera unánime, quienes estuvimos presentes en la reunión, manifestamos ese desconcierto y descontento con la reducción que dichas áreas sufren en el marco del presupuesto de ingresos y egresos del Estado para el próximo año. Ciertamente, en el país existen muchas necesidades que requieren atención e inversión pública de manera prioritaria y constante, pero no se debe perder de vista la importancia de fomentar e invertir en aquellas áreas que enriquecen el acervo cultural y educativo de la población y que pueden hacer una gran diferencia de cara al futuro, en virtud de que es la gente el mayor activo del que puede disponer una sociedad. Mientras más juventud educada tenga el país, mientras más personas haya que aprecien el arte, las letras, la música y las expresiones culturales en general (en el buen sentido de la expresión), menos delincuencia y quizá menos corrupción habrá caminando impunemente por las calles y avenidas que transitamos cotidianamente en Guatemala (dispénsese la simpleza de la figura retórica utilizada para el ejemplo). El arte y la música sensibilizan y alimentan el alma (aunque decirlo pueda parecer exagerado y romántico); y la educación, de más está decirlo, se constituye en una de las armas más poderosas para la consecución del desarrollo de los Estados. En lo personal, siempre he apostado por la educación y el arte (música, pintura, letras, etc.), y sólo reconociendo su importancia y promoviendo e invirtiendo en ello podremos ver un día que (por ejemplo) cuando se entreviste a altos funcionarios de gobierno o diputados al Congreso de la República, no hagan el ridículo si se les pide que enumeren al menos tres obras del Premio Nobel Miguel Ángel Asturias y reconozcan no saber a pesar de aseverar lo orgullosos que del escritor se sienten (por si les sirve, de sus obras más famosas: “Hombres de maíz”, “El señor Presidente” y “Mulata de tal”; entre otras); sólo así evitaremos que se confunda en entrevistas mediáticas a Asturias con el diseñador del Centro Cultural –Teatro Nacional– que lleva su nombre (el diseño es de don Efraín Recinos, por si acaso)… En fin, la educación y el arte también deben ser prioritarios. Un pueblo educado y con mayor capacidad de sensibilidad y apreciación está mejor preparado para enfrentar los retos de la vida en el marco de esa vorágine que hoy día supone la vida en sociedad… Vale la pena considerarlo, de verdad.

Adolfo Mazariegos

Politólogo y escritor, con estudios de posgrado en Gestión Pública. Actualmente catedrático en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos de Guatemala y consultor independiente en temas de formación política y ciudadana, problemática social y migrantes. Autor de varias obras, tanto en el género de la narrativa como en el marco de las ciencias sociales.

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