Raymond J. Wennier
Pareciera que los tiempos que vivimos son de desesperanza; las noticias de prensa escrita y oral, salvo excepciones, son siempre negativas. El mundo entero presenta síntomas de tiempos anárquicos y se duda de los sistemas democráticos porque políticos corruptos, amorales, engañan a los pueblos con sus promesas demagógicas que nunca cumplen. Las tragedias, como la lluvia que nos acompaña, constante y fuerte, suceden a diario. No es fácil conciliar el sueño pensando en las personas que cada día se ven afectadas por un deslave, un incendio, una inundación, un asalto a mano armada, hermanos contra hermanos, padres contra hijos y viceversa; escuchamos la cantidad de muertos por accidentes, en su mayoría debidos a la irresponsabilidad de los conductores. No creo necesario señalar responsables; cada uno de nosotros que encuentre a los culpables.
Podríamos enumerar muchos sucesos rojos o negros, como les quieran poner el color, pero, todos trágicos. Los guatemaltecos nos sentimos frustrados, sin liderazgo, sin un norte que nos ayude a salvar al país.
Sin embargo, no todo está perdido, hay en este maremágnum, grupos de héroes que minuto a minuto de sus días y de su vida, están dedicados a llevar alegría, optimismo y esperanza. Los deportistas que cubren de gloria a Guatemala, los artistas que muestran su talento y tanto trabajador que, a pesar de todo, trabaja de sol a sol; ellos sostienen la esperanza de los guatemaltecos.
Merecen especial atención, aquellos que cada domingo, organizan carreras con el propósito de reunir fondos para misiones, no de simple caridad o altruistas, sino misiones de amor. Muy cerca de mi corazón está la Fundación Margarita Tejada porque conozco su organización, su trabajo profesional y su entrega para lograr una verdadera inserción de niños, jóvenes y adultos con Síndrome de Down.
En las fotos publicadas el día lunes en Prensa Libre, vimos a familiares, también en nuestra familia hay niños con ese síndrome, y vimos a muchos de nuestros amigos, que sonríen todo el tiempo, que llevan alegría, que con gozo enarbolan la bandera de la lucha positiva por la vida. Mención especial merecen los organizadores por apoyarlos en su esfuerzo cotidiano.
A esos héroes me refiero, a esos padres, abuelos, tíos, hermanos, primos, amigos que conviven con esos niños y jóvenes, incansables en su lucha, creativos en sus programas, dispuestos siempre a dar y nunca a recibir.
Bravo por esas madres y por sus colaboradores que luchan porque en Guatemala exista la verdadera inclusión, por esos abuelos que luchan hombro con hombro, que hacen voluntariado en la Fundación y que hacen que en Guatemala se acepte cada día más a los niños con aptitudes especiales.
¡Esas personas, señores que leen, son verdaderos héroes!
Esas personas son los héroes anónimos, son aquellos que calladamente libran una lucha. Para ellos la vida no es fácil, pero luchan con constancia, saben que su obra es una obra de amor, le están demostrando a Guatemala que hay esperanza, que no todo es negativo y trágico, que después de la lluvia viene la calma, que no hay nube tan negra que no esté orlada de plata.
Felicitaciones, sigan adelante, su labor es bendita porque los guía el verdadero amor.