Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
Cuando un ser querido se encuentra enfermo la familia entera cursa con desanimo, tristeza y ansiedad.
Por más complicada que sea su enfermedad, tal vez, con un deterioro de su calidad de vida evidente. Pero, si la persona enferma persiste con un deseo de vida intenso a pesar de todas las desavenencias que enfrenta. Se hace necesario el apoyo de la familia, de los amigos, de la medicina, y de la presencia de la esperanza para luchar por su sobrevivencia.
He conocido a personas que por un mero contratiempo piensan en que la vida deja de tener sentido para ellas. Y también las hay, las tenaces, las que persisten con el deseo de apego a la existencia, aunque esta, se haya tornado hostil y desafortunada. Creo que el deseo de vivir pese a condiciones adversas debe de ser respetado y también elogiado en tanto que cada día es más difícil de apreciar esta actitud, la cual, califico como una acción de mucho valor.
A veces sucede que la familia necesita y quiere estar cerca de su enfermo para prodigarle cuidados y afecto. Pero el sistema de salud obstaculiza este tipo de acciones en tanto que no existen, o son escasos, lugares apropiados para mantener ese vínculo humano. Y no creo que sea un proceder aceptado por el personal de atención a la salud, sino, una mera falta de visualización de la necesidad de apoyo y de la presencia de la familia con el enfermo por parte de las instituciones y las autoridades que atañen el ejercicio de brindar atención médica a la población guatemalteca.
A tal extremo, que el enfermo vive con miedo su enfermedad, no obtiene una información pertinente y entendible de su padecer. Y algunas veces, se siente olvidado y abandonado por sus seres queridos. Es de notar, que, en medio de ese caos, los mismos pacientes se apoyan unos a otros, y el personal sanitario trata de suplir en la medida posible esos vacíos humanitarios.
La persona enferma necesita de los cuidados médicos que brindan los hospitales, pero también necesita el apoyo de sus seres queridos, el respeto al deseo de vivir y a su lucha por ello. A obtener esperanza, a sentirse acompañado y amado durante el proceso de su enfermedad. Y estas son necesidades que debiesen contemplarse de forma seria y profunda.
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