Francisco Cáceres

caceresfra@gmail.com

Nació en Guatemala el 19 de Julio de 1938; tiene estudios universitarios y técnicos en ciencias jurídicas y sociales, administración empresarial, pública, finanzas, comunicación, mercadeo y publicidad. Empresario, directivo, consejero y ejecutivo en diversas entidades industriales, comerciales y de servicio a la comunidad. Por más de 28 años consecutivos ha sido columnista en este medio.

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Francisco Cáceres Barrios
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Jamás me había preocupado tanto por las garrapatas hasta que un día mi abuelo materno, hombre conocedor de la política que se practicó en Guatemala en los dos primeros cuartos del siglo pasado, me dijo cuando yo era muy patojo que los políticos eran como esos pequeños ácaros, ectoparásitos hematófagos, vectores de numerosas enfermedades infecciosas, caracterizándose por ser muy pacientes, pues pueden esperar mucho tiempo para encontrar a un hospedador, por lo general mamífero, incluido al ser humano.

Por lo general, la garrapata termina soltándose de su presa cuando se ha llenado de sangre, pero, puede pasar bastante tiempo prendida, debido a la estructura de su boca que le permite engancharse firmemente y a la vez pasar virus o bacterias. Por ello, para retirarla, hay que usar determinadas pinzas y tener mucha paciencia, como practicar una tracción continua y lenta.

Con lo anterior, el amable lector podrá darse cuenta de la gran similitud que guardan las garrapatas con ciertos políticos que, prendidos de un cargo público se pasan mucho tiempo aprovechándose de lo que les interesa y causando los problemas consecuentes por todos conocidos.

¿Qué me dice de compararlos con los dictadores del Estado o de cualquiera de sus dependencias que se pasan hasta quince o veinte años chupando los divinos néctares del poder que les permite además de amasar una cuantiosa fortuna, hasta heredar cargos privilegiados a sus descendientes o familiares, quienes se dedican con mucho afán a continuar con los mismos hábitos o costumbres?

También los hay, quienes habiendo pasado largo tiempo con un hospedador, buscan a otro u otros para saciar su apetito incontrolable. No todos son iguales, como en todo hay variantes y diversidad de tamaños como de costumbres. Es por ello, que es mejor conocer bien la especie para entonces poder prevenir el que una de ellas encuentre un hospedador que sin un ápice de asomo pueda permanecer con él causándole sinnúmero de problemas e inconvenientes.

De ahí que los ciudadanos debiéramos tomar las medidas precautorias para evitar que las garrapatas o mejor dicho los políticos, puedan hospedarse en un cargo público por tiempo indefinido chupando y haciendo cuánto daño pueda imaginarse. ¿Por qué entonces insistir en mantener la legislación electoral actual que permite que los políticos logren perpetuarse en su curul debido a que quienes los escogen no pueden hacerlo por la persona atendiendo su capacidad, experiencia e idoneidad, sino concurrir cada cuatro años a ponerle una equis sobre un símbolo partidario sin saber cuántas garrapatas llegarán a quedarse satisfaciendo sus intereses?

¿Por qué los ciudadanos no tomamos plena conciencia del derecho que nos asiste porque, así como podemos elegir por la vía del voto a un servidor público, por la misma vía, podemos decirle que se retire del mismo, en vista de los delitos, faltas, errores o incapacidades cometidas o demostradas en el desempeño del mismo? Piénselo bien estimado lector, ¿no ha pasado tiempo suficiente para poder extirpar pacientemente a tantas garrapatas?

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