Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
En La Hora, sus directivos y en lo personal, entendemos la importancia y vitalidad que, para la economía del país, para algunas personas y/o patronos significa el trabajo a tiempo parcial y que es una manera muy importante de dinamizar la actividad económica y validar relaciones de trabajo.
Dicho lo anterior, vemos con preocupación que, siendo un tema fundamental para el país, el reglamento que estaba llamado a desarrollar el tema del trabajo a tiempo parcial para blindarlo contra cualquier bala, haya sido elaborado con el sello tan característico de este Gobierno dejando una sensación que se hizo por “salir del paso” y querer cacarear que eran los responsables de algo tan “bueno” como pasó con el Libramiento de Chimaltenango.
Para efectos de comprensión de los lectores, si usted le pregunta a Google Calderón (nombre de un personaje en una obra de teatro en Costa Rica), le arroja esta definición que está al alcance de cualquiera:
“Un reglamento es una norma jurídica con carácter general dictada por una Administración pública y subordinada a la ley. Se trata de un documento que especifica todas las normas necesarias para regular las actividades de los miembros de una comunidad. Suelen sentar las bases para la convivencia y su finalidad es y prevenir los conflictos que puedan generar entre los individuos.”, refiere la página https://www.diferencias.cc/ley-reglamento/
En la página del Ministerio de Trabajo (Mintrab) y del reglamento publicado se establece “Que el Convenio 175 de la Organización Internacional del Trabajo -OIT- sobre el trabajo a tiempo parcial, adoptado por la Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo el 24 de junio de 1994, y aprobado por el Congreso de la República de Guatemala, a través del Decreto Número 2-2017 de fecha 8 de febrero de 2017, el cual tiene como propósito regular las relaciones laborales de todo trabajador a tiempo parcial en la República de Guatemala y para poder desarrollar ese Convenio, es necesario emitir la presente disposición legal”. Tiempo tuvieron para hacer algo bien.
El reglamento contiene siete artículos, de los cuales el segundo es para realizar definiciones y los demás para desarrollar, de forma muy genérica, el tema, pero fue tan genérico que las dudas en torno a la interpretación y aplicación del mismo ha llevado al Ministerio y a diferentes organizaciones (privadas y públicas) a intentar dar explicaciones de lo que exactamente se quiso establecer, afectando, por tanto, la certeza necesaria en las disposiciones legales.
El referido reglamento modifica el Código de Trabajo y cualquier abogado podrá dar fe que eso no es posible por el principio de legalidad. Debió ser el Congreso el que hiciera las modificaciones, pero como me dijo una fuente del ministerio que pidió no ser citada “ya se imagina ir al Congreso, ¿cuánto habría costado acordar las reformas ahí con tanto interés de por medio?”.
En lugar de querer achacar a la CC el mal proceder del Gobierno y peor aún, cargar el tema ideológico que tanto daño nos ha hecho como país, debieran aprovechar su cercanía al Gobierno para hacerles ver que sus acciones tipo el libramiento, lejos de facilitar las cosas, las complican.
En lugar de decir que la CC responde a la izquierda, es el momento en que junto al debate tan necesario para lograr un trabajo a tiempo parcial normado y reglamentado de forma seria, técnica y sostenible, tengamos la discusión del perverso sistema que hace que por no “querer ir al Congreso”, se terminen haciendo disposiciones que no aguantan porque tampoco tienen los “cortes correctos”.
Extraña que quienes hoy critican a la CC con el tema ideológico, no operen para haber logrado las modificaciones al Código de Trabajo y la creación de un buen reglamento, como lograron con las reformas al financiamiento electoral, porque quedó probado que hay quienes sí logran echar a andar la maquinaria del Congreso.
Si lo que deseamos es seguir exacerbando la polarización, nadie se puede sorprender que un cuarto lugar en las elecciones se convierta en el preámbulo de la toma del poder “del otro bando” donde tampoco se oyen razones o peor aún, derive en una nueva guerra que no nos llevará a nada.