Raymond J. Wennier
Hace tiempo se mantiene en los medios de comunicación escrita, el tema de niñas menores de quince años que resultan embarazadas, tema a tratar con la importancia y urgencia que para el desarrollo tanto físico como psicológico de las niñas implica y sus consecuencias para el país.
Además de hablar sobre las consecuencias de una acción, en la mayoría de casos involuntaria y en la excepción voluntaria, de una niña sin criterio y forzada por la situación, hay que abordar los temas de desnutrición y pobreza que son parte del problema de embarazos en menores de quince años y cómo afecta este fenómeno sus relaciones familiares y comunitarias.
El 26-9-19, Prensa Libre publicó que “Aumentan casos de madres menores de edad. Hoy conmemoramos el Día Mundial de Prevención de Embarazos en Adolescentes, sin embargo, siguen los casos en aumento”.
Hay muy poca atención a este tema; demostrado por el reciente censo, no tiene ninguna referencia al asunto. No se hizo ninguna pregunta cuya respuesta pudo representar, aunque fuera en mínimo porcentaje, que se le da importancia a un sector poblacional de nuestra sociedad dominada por jóvenes.
Es interesante también, que quienes distribuyen el Presupuesto de gastos de la Nación, tampoco lo mencionan. Quitan dinero de lo necesario para asignarlo a renglones de sus intereses particulares. Hablan de millones y pregunto por qué no asignan por lo menos un millón para examinar este flagelo a las niñas. El actual Congreso acaba de aumentar sus ingresos en unos cuantos millones y no da un céntimo para este tema de vital importancia. Creo que es falta de conocimiento y total indiferencia al sufrimiento de las niñas.
En La Hora del 27-9-19, un titular dice “Alarmante cifra de niñas menores de catorce años embarazadas”. Como muestra de las cifras, en 2018, reportaron 2,153 embarazos en niñas; en cuatro años van reportados 7,012 embarazos en menores y este año reportan ya 1,586 en niñas de once, doce y trece años. Veinte departamentos indican cifras alarmantes; más de 80 mil niños han nacido de madres entre los 10 y 19 años.
Esta situación afecta a la sociedad guatemalteca, aún a aquellos ciegos, sordos y mudos que pudiendo asignar fondos y arremeter el problema de fondo, pobreza y desnutrición, piensan que nos los tocará. Negar a esa generación de niñas un futuro digno, les pesará tarde o temprano en la conciencia. Recuerden solamente que las mujeres llevan a la población en su vientre y que, si este está desnutrido, cómo puede entonces dar a luz a un niño sano y deseado.
Hablemos de educación, cuál y de qué calidad. ¿Sólo la escuela educa y cuida a la niña? ¿Dónde están los padres de familia? ¿A quién deducen responsabilidad cuando el embarazo es incestuoso y la misma madre lo permite, dicen por necesidad económica o por interés del dinero? Cuando estos niños desnutridos al nacer, hijos de niña-madre desnutrida, con peso y talla inferior a su edad, si logra ir a la escuela, tendrá problema para aprender por su retraso en lenguaje y en comunicación. ¿Cómo podrá ser ella madre si es todavía niña? Si no EDUCAMOS A LA NIÑA, A SUS PADRES Y SI LA SOCIEDAD GUATEMALTECA ES INDIFERENTE A ESTE PROBLEMA, estamos en un embrollo.