MADRID
Agencia dpa / (Europa Press) –
Nuestro pasado evolutivo debe entenderse como el resultado de cambios dinámicos en la conectividad, o el flujo de genes, entre los primeros humanos diseminados por diferentes partes de África.
Es la conclusión de un nuevo estudio publicado en Nature Ecology and Evolution, que plantea dejar de discutir sobre de qué parte de África vinieron realmente los humanos.
Ver las poblaciones humanas pasadas como una sucesión de ramas discretas en un árbol evolutivo puede ser engañoso, señalan, porque reduce la historia humana a una serie de ‘tiempos de división’ que pueden ser ilusorios.
Según la arqueóloga doctora Eleanor Scerri y los genetistas doctor Lounès Chikhi y el profesor Mark Thomas, la búsqueda de una única ubicación original del origen de los humanos modernos es una búsqueda inútil.
«La gente como nosotros comenzó a aparecer en algún momento entre 500 mil y 300 mil años atrás –recuerda el doctor Scerri, líder del grupo del Grupo de Investigación de la Evolución Panafricana en el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana–. Eso es algo del orden de 8 mil generaciones, mucho tiempo para que los ancestros se movieran y exploraran un gran espacio. Sus movimientos, patrones de mezcla e intercambios genéticos son lo que nos dio origen».
«La genética de los humanos contemporáneos es muy clara. La mayor diversidad genética se encuentra en los africanos –explica el profesor Thomas del University College London–. «La vieja teoría de que descendemos de las poblaciones regionales diseminadas por el Viejo Mundo en los últimos millones de años más o menos no está respaldada por datos genéticos».
«Claro que los no africanos de hoy tienen cierta ascendencia de los neandertales, y algunos tienen ascendencia apreciable de los descubiertos recientemente denisovanos –admite–. Y quizás otros grupos de homínidos antiguos aún no descubiertos también se cruzaron con nosotros, el Homo sapiens. Pero nada de esto cambia el hecho de que más del 90% de la ascendencia de todos en el mundo se encuentra en África en los últimos 100 mil años».
Por ello, «el problema es que saber que somos una especie africana ha llevado a muchos a hacer la pregunta de ‘en qué parte de África'», agrega.
«Superficialmente esta es una pregunta razonable. Pero cuando consideramos los patrones genéticos junto con lo que sabemos de fósiles, herramientas antiguas y climas antiguos, la visión de ‘región única de origen’ simplemente no es suficiente, y tenemos que empezar a pensar de manera diferente –recuerda–. Esto significa diferentes modelos, y argumentamos en el documento actual que los modelos de población estructurados son el camino a seguir».
«Visto a través de la lente de los cambios dinámicos en la conectividad, o metapoblaciones, para ser técnicos, la interpretación de los cambios de datos disponibles», afirma el doctor Chikhi, del laboratorio CNRS Evolution et Diversité Biologique en la Universidad de Toulouse y el investigador principal en el Gulbenkian Instituto de Ciencias de Lisboa.
Los científicos argumentan que esta visión no solo está mejor respaldada por la evidencia fósil, genética y arqueológica, sino que también explica mejor el registro paleoantropológico más allá de África.
Los autores enfatizan que todo esto significa que la comunidad científica finalmente puede tener los medios para abordar preguntas complejas en estudios evolutivos humanos que no se pudieron abordar previamente.
En este sentido, el doctor Chikhi señala: «Tenemos tantos datos nuevos ahora de la genética, la arqueología y los fósiles, y una mejor comprensión de cómo los climas y entornos pasados afectaron a los primeros humanos. Hemos llegado a un punto en el que los viejos modelos están limitando el progreso en nuestra comprensión del pasado».
Los autores afirman que cualquier modelo que afirme representar la evolución humana tendría que explicar satisfactoriamente los patrones de variación en los componentes de datos genéticos, morfológicos y culturales, y ser coherente con los cambios climáticos que han dado forma a nuestras ecologías durante la mayor parte del último millón de años.
Los investigadores reconocen que el pasado fue un lugar confuso y que los modelos antiguos, aunque en gran medida desacreditados ahora, han sido útiles para dar sentido a un registro con muchas lagunas. Los modelos pueden ser muy útiles incluso cuando están equivocados, pero cuando se les da prioridad sobre los datos pueden restringir el progreso.