Víctor Ferrigno F.

¡Viva México! ¡Presidente, no está solo! ¡Es un honor estar con Obrador! Estas consignas coreaban miles de mexicanos en la explanada del Zócalo capitalino, la noche del 15 de septiembre, durante el tradicional Grito de Dolores que da el Presidente mexicano de turno. En esta ocasión, el grito de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tuvo un significado diferente al de sus antecesores, y una connotación casi contraria a los abucheos y reclamos populares contra Jimmy Morales y su séquito de incapaces.

El Zócalo de la Ciudad de México y el Parque Central de Guatemala, son dos espacios públicos creados con la misma intención: darle a los gobernados un símbolo material del poder político y militar, para que se sometan. Por ello, los edificios circundantes se construyeron con pretensión de grandiosidad.

Los palacios de gobierno, las catedrales y los portales de comercio representan el poder político, religioso y económico. No importa si son bonitos o funcionales, lo relevante es que sean imponentes, que den idea de un poder omnímodo, capaz de aplastar cualquier levantamiento ciudadano, por legítimo que sea.

Por esa misma razón, las protestas populares buscan manifestarse en esos espacios, para desafiar al poder de turno. Es la arena republicana, donde gobernantes y ciudadanos imponen o retan al poder, como sucedió en Guatemala en 1944 y en 2015.

En México, durante las últimas décadas, la ciudadanía se congregaba en el Zócalo capitalino para abuchear o insultar al mandatario en el poder, por la corrupción, la impunidad y mil razones más. En ese contexto, gracias a su trayectoria de vida y el primer semestre de gobierno, la actuación de AMLO el 15 de septiembre le dio un giro de 180 grados a ese simbolismo, y logró el sueño de todo político: un auténtico apoyo popular.

Conservadoramente, se estima que unos 150 mil mexicanos se congregaron en la explanada frente a Palacio Nacional, y gozaron en familia de una genuina verbena popular. Al Grito de Dolores de Andrés Manuel, respondieron con un enfático ¡Sí se pudo!, en referencia a los 30 millones de votos que le dieron la Presidencia, la mayoría absoluta en el Congreso y la mayoría relativa en el Senado. Así, el poder político se fusionó con el poder social, haciendo avanzar la Cuarta Transformación de México, cuyos ejes articuladores son la lucha contra la corrupción y la primacía del bien común, traducidos en políticas de empleo, salud, educación y una masiva inversión social.

En Guatemala, tristemente, las llamadas fiestas patrias fueron de signo contrario. En un acto de soberbia y miopía política sin límites, el Gobierno removió del Parque Central las cruces que recordaban a las 41 niñas que fueron quemadas vivas en el Hogar Inseguro Virgen de la Asunción, cosechando una condena nacional. La investigación del Ministerio Público, aunque no progresó por la cooptación de la justicia, puso en evidencia que, debido a la cadena de mando, Jimmy Morales es el último responsable de la masacre.

La revista Nómada entrevistó al Ministro de (in)Cultura, y sus respuestas por la acción repudiada son de una estupidez supina; si tiene estómago, léalas. A esta barbaridad, se suma el anuncio que Guatemala cerrará su Embajada en Suecia, como una tácita y mezquina venganza contra Anders Kompass, el embajador que dio todo el apoyo de su Gobierno a la CICIG, a quien Morales no pudo expulsar, por un amparo de la Corte de Constitucionalidad. El capricho del comediante, por encima del interés nacional.

Al final, el mensaje que mandan es: ¡Aquí mando yo! Aunque en realidad son títeres de poderes fácticos. Jimmy y sus secuaces jamás entendieron ni el simbolismo ni la necesaria legitimación del poder público. Hace años, leí un cartel que los retrata: “Los perros abren los ojos a los 15 días, los pendejos nunca”.

Víctor Ferrigno F.

Jurista, analista político y periodista de opinión desde 1978, en Guatemala, El Salvador y México. Experiencia académica en las universidades Rafael Landívar y San Carlos de Guatemala; Universidad de El Salvador; Universidad Nacional Autónoma de México; Pontificia Universidad Católica del Perú; y Universidad de Utrecht, Países Bajos. Ensayista, traductor y editor. Especialista en Etno-desarrollo, Derecho Indígena y Litigio Estratégico. Experiencia laboral como funcionario de la ONU, consultor de organismos internacionales y nacionales, asesor de Pueblos Indígenas y organizaciones sociales, carpintero y agro-ecólogo. Apasionado por la vida, sobreviviente del conflicto armado, luchador por una Guatemala plurinacional, con justicia, democracia y equidad.

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