Gladys Monterroso
licgla@yahoo.es
“El pecado más imperdonable en la sociedad es la independencia de pensamiento.”
Emma Goldman
Quince de septiembre de cualquier año desde 1822, se celebra un hecho que no es lo que se dice ser, históricamente lo que sucedió, fue que la oligarquía del país se desligó de pagar impuestos a la Corona Española, un club de los dueños reales del país, firmaron un documento que los desligó económicamente del “opresor”, posteriormente nos vendieron como una justa heroica, lo que no fue.
Con el pasar de los años en la historia del país, analizando la ficción que es nuestro país, comprendemos que nunca hemos sido independientes de ninguna potencia, que somos un pequeño apéndice de los verdaderos poderes, y que por el momento estamos condenados a seguirlo siendo, situación que no debe conformarlos, más aún debe llamar a reflexión.
Veamos, hoy somos dependientes de EE. UU., como anteriormente lo fuimos de España, quisimos crear la gran nación centroamericana, pero, como parece estar en nuestro ADN, las luchas intestinas derivadas del egoísmo de los seres humanos, no permitieron que se concretara la gran unión de cinco pequeños países, y así, seguimos dependiendo de los poderes económicos foráneos, por mandato de los poderes reales internos.
Hablar de independencia es una utopía, que a los niños puede hincharles el pecho de ardor patrio, pero que no deja de ser una ilusión mental que venden a los pequeños, haciéndoles creer que tenemos una identidad económica, social, cultural y humana, cuando no es así, no tenemos identidad alguna, somos una mezcla de varias identidades, y lo seguiremos siendo, mientras nos lo permitamos hasta que encontremos la luz al final del túnel, y no seremos independientes totalmente, pero esperamos por lo menos serlo políticamente, para iniciar el camino.
A finales de la década de 1950, la CEPAL realizó diversas investigaciones para explicar el subdesarrollo económico y social que experimentaban numerosos países. De allí surgió la denominada “Teoría de la Dependencia”, que no es otra cosa que la subordinación de los países llamados “periféricos” que son naciones históricamente explotadas desde que constituían las colonias de las grandes metrópolis a los países llamados “centrales” reconocidos como los más industrializados.
En esos momentos se afirmaba que la actividad exportadora de materias primas baratas era correspondida con una actividad importadora de bienes manufacturados muchas veces con las mismas materias primas, con el agravante de regresar con precios altos. La necesidad de importar tecnología para producir localmente los bienes indispensables para satisfacer a los mercados emergentes, y llegar así a un sistema de autogestión, se tradujo en la adquisición de una enorme Deuda Pública, surgida de los préstamos a los que se vieron forzados a acudir los países subdesarrollados, para comprar los productos más indispensables.
Así desde la capacidad financiera, mermada de los países subdesarrollados, extendiéndose por correlación necesaria a los ámbitos económicos, políticos, culturales, sociales, tecnológicos, y todo lo relacionado al crecimiento de una sociedad, el desarrollo añorado, se ve detenido, derivado de la instrumentalización de la actividad financiera, convirtiéndonos en vasallos del mismo sistema.
En la época preindependentista, se presume que nuestro país afrontaba un gran problema derivado de los impuestos, ese era un pequeñísimo problema, porque quienes pagaban los mismos eran parte de la oligarquía, mismos que realizaron “su” independencia, que nos vendieron como centroamericana, y pasamos de una dependencia tributaria y social, a una dependencia económica, financiera, social, cultural y social.
Derivado de lo anterior, no somos independientes, ni lo hemos sido, somos totalmente dependientes de los grandes sistemas financieros, económicos, políticos culturales sociales y socioeconómicos, quienes ordenan el camino a seguir, no tenemos nada que celebrar en relación a una utópica independencia, es mejor que celebremos que aún tenemos sueños históricos incumplidos, y luchemos con uñas y dientes para hacerlos una realidad.
La independencia se construye con segmentos de ética, moral, lealtad, trabajo, entrega, y ante todo respeto a este espacio de tierra que diariamente pisamos.