Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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El patriotismo guatemalteco está basado en el racismo, el militarismo y las mentiras de la historia oficial. Es superficial y vacío pero intencionado para que socialmente se pierda la vista sobre la realidad. Es absurdo celebrar la Independencia en un país que muere de hambre. Se invierte el tiempo en actividades que rememoran la libertad de los criollos, la cual no es nuestra, porque desde que fuimos invadidos los pueblos no somos libres y seguimos siendo esclavizados, algo que no ocurre sólo en Guatemala, sino que también en otros países del mundo con los que compartimos esta historia de despojo y colonización.

No se es “mejor” guatemalteco por el hecho de asistir u organizar un acto cívico. De qué nos sirve las conmemoraciones si en la realidad no tenemos memoria y monótonamente repetimos himnos y juramentos sin tener la capacidad de darnos cuenta que no seremos libres mientras haya empobrecimiento, explotación, racismo, machismo. Necesitamos contrastar lo que las niñas, niños están aprendiendo como “correcto” a través del sistema educativo, en el que en estas fechas reproducen una gran cantidad de estereotipos racistas en nombre de las “fiestas de independencia”, o sea que además de que no conocerán la verdadera historia están aprendiendo a folklorizar y folklorizarse.

El estado de Sitio ya cumplió una semana y la militarización está al tope. Las fronteras han sido reforzadas con militares gringos y hay deportados por montones. Nuestra cotidianidad en un país dependiente como Guatemala es la sobrevivencia, corremos detrás de las camionetas, que hay paro de nuevo porque han baleado a otro piloto. Todos los días aparecen mujeres asesinadas con odio. ¿Esta es la libertad que celebramos?

Las generaciones más jóvenes están aprendiendo a venerar una libertad que no sólo no existe, sino que tampoco gozarán porque hasta las ideas que pensamos nos han sido impuestas y son como cadenas que no nos permiten comprender cómo se construyó este país, sobre el bienestar de los pueblos a quienes hasta ahora se les sigue despojando y asechando. El futuro no se vislumbra alentador y no se trata de optimismo o pesimismo, sino de ser conscientes de nuestra realidad y por qué es tan urgente cambiarla.

Vivimos en un país donde el genocidio no ha parado y los militares tienen las manos ensangrentadas, por esto no podemos seguir permitiendo que las niñas, niños o jóvenes sigan replicando el militarismo en los desfiles a través de las marchas o las bandas que evocan con orgullo el estilo militar porque esto es contribuir a seguir perpetuando la violencia y legitimando el exterminio.

Los pueblos no tenemos nada que celebrar el 15 de septiembre porque hasta hoy no somos libres, aun así seguimos luchando para que nuestras generaciones próximas no sean destinadas a la servidumbre y a ser esclavos. Este país tiene dueños y son muy ricos mientras la mayoría somos muy pobres.

La libertad no se trata de un sentimiento o de fervor, se trata de un derecho al igual que la autonomía.

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