Para quienes creen que mantener la impunidad es un buen negocio, lo ocurrido ayer en El Estor es una dura y trágica advertencia del creciente poder que tiene en nuestro país el crimen organizado que se dedica al trasiego de drogas. El asesinato y el secuestro de varios miembros del Ejército que se dirigían a una supuesta pista de aterrizaje clandestina confirma que estamos frente a un formidable enemigo que no se detiene ante ninguna de las instituciones nacionales porque se sienten a sus anchas y saben que pueden actuar sin rubor ni recato, al punto de que pueden enfrentar a las fuerzas armadas, sabiéndose protegidos por pobladores de comunidades que nada han recibido de su sociedad, pero que reciben, en cambio, beneficios directos que les proporcionan quienes con su dinero se convierten en el poder.
No es un secreto que las élites jugaron un papel importante y crucial en la lucha para ponerle fin al esfuerzo anticorrupción e impunidad y que ahora celebran el resultado de sus cabildeos e inversiones para destruir a la CICIG, mientras se ilusionan con la nueva elección de jueces y magistrados que se encargarán de darles cobertura en los próximos años para que nunca más vuelvan a sufrir los sobresaltos que les generó esa Comisión con la colaboración de un Ministerio Público que se definió en contra de la corrupción. Rescataron el MP y acabaron con la CICIG, triunfo que será pírrico en la medida en que crezca el poder y la influencia de esa otra forma de crimen organizado que ya se atreve a desafiar al mismo Ejército de Guatemala, asesinando a oficiales y soldados que cumplían con su deber.
No es el primer caso en el que las autoridades se ven maniatadas por la participación de las mismas comunidades dando protección y abrigo a los traficantes, pero sí el primero en el que se llega no sólo a usar esa cobertura con efectos disuasivos, sino que se ataca de manera directa y brutal a las fuerzas armadas. En la Costa Sur vimos que durante varios días ni el Ejército, ni la PNC, ni los fiscales lograban llegar a donde se encontraba una avioneta destrozada porque los comunitarios no les dejaban pasar. Y como siempre ocurre, las cosas tienden a ir de mal en peor y probada su fuerza, ahora usan la violencia para asesinar a oficiales y elementos de tropa, crimen que La Hora condena.
A ver si con esta evidencia tan clara y contundente, Trump insiste ante sus seguidores en seguir llamando a Guatemala un país seguro.