Por Margarita Girón
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Hasta hace dos meses *Ramiro y *Liliana vivían en Pasaco, Jutiapa, Ramiro trabajaba como mecánico en un taller familiar en ese municipio y hasta hace un tiempo migrar no era opción según manifestó la familia; sin embargo, la búsqueda de una vida mejor los llevó a tomar riesgos e incluso a contemplar la idea de desistir durante el viaje y volver a Guatemala aún con la pérdida de dinero que eso implicaba.

Después de su segundo hijo Liliana decidió dejar de trabajar para cuidar del hogar y aunque según describieron, la familia contaba con recursos para sobrevivir, el “sueño americano” llegó a la mente de Ramiro a finales de julio y en cuestión de días decidieron dejar su vida en Guatemala y emprender el viaje con la ayuda económica de un familiar de Ramiro que reside en Estados Unidos.

Liliana, en una entrevista para La Hora Voz de Migrante relató parte de lo vivido durante su experiencia migratoria y dentro de los aspectos abordados destacó que ese trayecto que viven miles de guatemaltecos “no es como lo pintan”, pues los riesgos y peligros a los que se exponen, tanto adultos como niños, no son como lo venden los “coyotes”, que ofrecen un trayecto seguro y sin riesgos para quienes deciden migrar.

Con dos suéteres, una maleta con frutas y algunas golosinas para los niños, se despidieron de sus familiares cercanos y salieron de Pasaco, lugar en el que ambos crecieron y pensaron que nunca abandonarían.

Según el relato de Liliana, el “coyote” tenía “encargo” de tratarlos con preferencia pues el familiar que había costeado el viaje lo había pagado en su totalidad anticipadamente y se había comprometido a llevarlos hasta Estados Unidos “sanos y salvos”.

Luego de ser trasladados hasta la Ciudad Capital, viajaron en carro hasta el punto fronterizo por donde pasaron “sin problemas” hasta llegar a Chiapas.

Los hijos de Liliana tienen siete y dos años y según manifestó la guatemalteca, uno de sus mayores miedos al emprender el viaje eran los riesgos a los que podrían exponerse los menores de edad, por las historias que se escuchan pero tampoco consideró nunca la idea de dejarlos.

Al llegar a la casa en donde durmieron por al menos cuatro noches, encontraron el primer escenario que los enfrentaría con la realidad de lo que vivirían hasta llegar a su destino en EE. UU.

“Dormimos en un cuarto que solo tenía colchones de algodón, habían 24 personas en el mismo espacio, nosotros dormidos atravesados porque solo nos dieron un colchón y había demasiado frío, los niños tenían doble suéter pero aun así el frío era intenso porque no teníamos nada para taparnos”, expresó Liliana.

Según indicó, tuvieron que esperar allí varios días porque los patrullajes en las rutas que transitarían se habían intensificado y aunque tenían personas a quienes los “coyotes” llaman “banderas”, que son quienes van adelante de los vehículos que trasladan a los migrantes y advierten sobre retenes, los “guías” decidieron esperar hasta que fuese seguro.

“Nos llevaban por carreteras oscuras y extravíos, viajábamos de noche y vehículos tipo camioneta, los niños y las mujeres íbamos adelante, uno sobre otro y los hombres debían ir en el baúl, circulaban a velocidad muy alta, yo solo pensaba en pedirle a Dios que nos guardara”, señaló Liliana.

Durante su trayecto pasaron por al menos 4 “bodegas”, las condiciones eran las mismas, dormir sobre colchones, pocos alimentos y maletas muy ligeras.

El transporte cambiaba y el grupo aumentó, de 24 migrantes a 3 grupos de 35 personas que viajaron en microbuses, camionetas a las que de acuerdo con el relato les cambiaban las placas al pasar por cada estado.

“Hasta allí todo estaba bien, pero a nosotros nunca nos dijeron que viajaríamos en tráiler, en el primero íbamos las 100 personas y teníamos aire acondicionado, pero en los otros no y allí fue donde realmente viví un verdadero horror”, señaló Liliana.

LA PEOR EXPERIENCIA

Liliana manifestó que unos de los peores momentos que vivió durante su experiencia, además de atravesar un río de noche y caminar por senderos sin luz fue viajar en tráiler, pues según describió, además del calor sofocante, el hacinamiento al que fueron expuestos los niños, fue lo vivido con su hijo de apenas 2 años lo que le horrorizó y la hizo arrepentirse de haber emprendido el viaje.

“Mi niño estaba desesperado por el calor y la falta de aire en el furgón y no dejaba de llorar, nos pedían que lo calláramos, que por su culpa nos iban a descubrir pero no entendían que es solo un niño”, puntualizó la entrevistada.

De acuerdo con el relato de Liliana, el conductor del tráiler le dio algo que parecía un dulce para que su hijo se tranquilizara pero lo que desconocía en ese momento es que se trataba de algún tipo de droga que provocó falta de sueño y comportamiento extraño en su hijo.

“Mientras íbamos en el furgón me arrepentí de haber viajado y arriesgarnos a tanto, pero mi esposo me daba ánimo sin saber que todavía faltaba lo peor, porque yo jamás hubiese permitido que le dieran nada a mi hijo que le hiciera daño, pero ellos no sé hasta hoy qué le dieron”, destacó Liliana.

Al llegar al desierto el grupo fue dejado en medio de la nada y les dijeron que debían esperar a que llegara el guía que los llevaría por el desierto aunque según Liliana nunca apareció. La entrevistada dijo que esa noche no durmieron pues su hijo menor no logró conciliar el sueño producto del supuesto dulce que le había dado el conductor del tráiler.

“Estábamos sin señal para poder llamar a nuestra familia, sin agua y sin saber qué hacer con mi hijo, hasta que apareció otro grupo de migrantes en donde nos orientaron y nos dijeron cómo ayudar a que mi hijo se recuperara, en el desierto fue Ramiro quien quiso rendirse, porque estábamos ya demasiado cansados, pero estábamos cerca y no podíamos después de haber pasado por tanto”, detalló Liliana.

La entrevistada dijo que no recuerda cuántas horas caminaron por el desierto hasta llegar a la última bodega en donde estuvieron a punto de ser descubiertos por agentes de migración; sin embargo, indicó que al “estar pagado el viaje”, el “coyote” a cargo les dijo que pasarían primero por el Río Grande.

“Pasamos en lancha, de esas que son como inflables, íbamos ocho personas y un muchacho nos iba jalando, yo le tengo pánico a las lanchas pero tuve que hacerlo porque era lo último, yo tenía miedo por mis hijos sobre todo, al pasar solo una muchacha se cayó, pero no fue en la parte profunda y pudo salir”, manifestó la connacional.

Pasaron 25 días para que Liliana y Ramiro pudiesen llegar a Estados Unidos, la instrucción era entregarse a Migración al cruzar el río, los retos no habían terminado para la familia que ahora espera encontrar una nueva vida en Rhode Island, Ramiro encontró un trabajo en el que labora más de 10 horas al día.

Liliana dijo estar adaptándose aún y ahora centra sus esfuerzos en encontrar un centro de estudios hispano para su hijo de 7 años.

Aunque el futuro es incierto, Liliana manifestó estar agradecida con Dios por haber logrado llegar los 4 como familia a un país desconocido que les ha dado más desafíos que oportunidades hasta el momento, “la verdad nunca pensamos que tendríamos que arriesgar tanto por el sueño americano”, puntualizó la guatemalteca.

En 10 meses, según datos de la Oficina de Aduanas y Seguridad Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), 177 mil unidades familiares provenientes de Guatemala fueron detenidas en Estados Unidos, un número que triplica los registros del 2018
*Por motivos de seguridad, la familia entrevistada pidió no usar sus nombres reales para este reportaje.

SOBRE PASACO, JUTIAPA

De acuerdo con el último mapa de pobreza rural publicado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el 2011 la población de Jutiapa se encontraba distribuida, 68.5 por ciento en el área rural y 31.5 por ciento en el área urbana. Además, se agrega que al desagregar a la población que se encuentra por debajo de la línea de pobreza, por área geográfica, casi el 80 por ciento de las personas habitan en el área rural.

Según el INE, el área rural de municipio de Jutiapa presenta porcentajes de pobreza total que variaba entre 38 por ciento y 97 por ciento. Además para el caso de la pobreza extrema, aunque el promedio departamental será de 16.3 por ciento se observan municipios como San José Acatempa con menos del 2 por ciento de pobreza extrema y Pasaco con más del 70 por ciento, siendo este municipio el que presentó mayores niveles de pobreza y pobreza extrema al 2011.

De acuerdo a los datos de en 2013, Pasaco tenía un total de 9 mil 289 habitantes, aunque según estimaciones del INE, se proyecta que para el 2020 su población sobrepase los 10 mil habitantes.

Los datos del Instituto Guatemalteco de Migración (IGM), detallan que durante el 2019, 1 mil 309 guatemaltecos han sido retornados vía aérea al país desde Estados Unidos, siendo la mayoría de estos de los municipios de Moyuta, Asunción Mita y la cabecera departamental.

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