Parlamento a orillas del río Támesis, Londres. Foto la hora: /Kirsty Wigglesworth/AP.
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Por CARLO PIOVANO
LONDRES
Agencia (AP)

El drama europeo del Brexit amenaza con provocar el caos en los negocios precisamente cuando una gran parte del continente avanza hacia la recesión.

La decisión del primer ministro británico Boris Johnson de suspender el Parlamento semanas antes del 31 de octubre, cuando se debe consumar el Brexit, significa que los legisladores tendrán poco tiempo para aprobar leyes que impidan una salida de la Unión Europea sin acuerdo. Un divorcio en desorden es la hipótesis más negativa que las partes tratan de evitar desde que se aprobó el Brexit hace tres años, y que muchos expertos consideran ahora un desenlace probable.

Los economistas pintan un panorama de pesadilla para las empresas: la aplicación de la noche a la mañana de nuevos aranceles sobre el comercio entre Gran Bretaña y los 27 países que permanecen en la UE, los controles fronterizos de personas y bienes, la pérdida repentina de licencias para operar y un sinfín de problemas regulatorios.

Todo esto sucedería en momentos que la incertidumbre por la guerra comercial entre Estados Unidos y China ha golpeado duramente a la economía europea: Alemania, su usina, va camino de una recesión.

Donde va Alemania, Europa la sigue. La primera economía de la UE se contrajo en el segundo trimestre y muchos analistas prevén que volverá a contraerse en el tercero, con lo cual quedará técnicamente en recesión. Alemania depende de las exportaciones y la manufactura mucho más que la mayoría de los países europeos, y las guerras comerciales le han significado un golpe durísimo. La guerra de los aranceles entre Estados Unidos y China, con ser tan imprevisible, ha llevado a empresas alrededor del mundo a reducir sus inversiones y envíos mientras se preguntan dónde caerán los próximos aumentos de impuestos.

Un Brexit sin acuerdo multiplicará los temores de las empresas europeas. Los economistas dicen que Gran Bretaña caería en recesión, con una contracción que algunos estiman en 3%.

Italia, cuya economía no creció en el segundo trimestre y también es fuertemente dependiente de la manufactura y las exportaciones, podría empezar a contraerse. Un nuevo gobierno, más centrista que el anterior, se formó en Italia esta semana, para alivio de quienes pensaban que un gobierno de derechas acrecentaría la discordia en la UE en torno a problemas como la deuda y la inmigración. Con todo, dicen los expertos, la situación sigue siendo fluida.

Los partidarios del Brexit observan que el proceso se ha desarrollado durante mucho tiempo y que en ese lapso las empresas en Europa han tenido tiempo para prepararse. La salida, dicen pondría fin a la incertidumbre acerca de cómo y cuándo se consumará.

Tonterías, responde Nigel Driffield, profesor de negocios internacionales en la Facultad de Economía de Warwick en Inglaterra. En un Brexit sin acuerdo, la incertidumbre sobre el comercio persistiría durante meses, incluso años, y las empresas andarían a los tientos en la oscuridad.

Una empresa puede estar preparada: puede conseguir insumos alternativos, acumular materia prima, alquilar espacio para almacenamiento y conseguir a su personal las visas que necesita para viajar.

Prevé que un Brexit sin acuerdo dará lugar a cinco a 10 años de negociaciones sobre comercio, más o menos el mismo tiempo que le tomó a la UE negociar un acuerdo con Canadá, otro país de la Mancomunidad Británica cuyos valores económicos y políticos son muy similares a los de Europa.

La UE en su conjunto es el principal socio comercial de Gran Bretaña, ya que abarca casi la mitad de su comercio internacional. Para el resto de la UE, Gran Bretaña representa el 20% de su comercio. Estados Unidos recibe el 18% de las exportaciones del Reino Unido, que a su vez recibe el 11% de sus importaciones del país transatlántico.

Los países europeos más vulnerables a los trastornos del comercio con Gran Bretaña son los más próximos, que tienen los puertos por donde pasa el comercio con las islas británicas: Holanda, Bélgica e Irlanda. Francia y Alemania también tienen mucho comercio con Gran Bretaña, pero son economías más grandes, que en términos relativos sufrirían menos.

Si bien el impacto directo sería menor fuera de Europa, los temores sobre las ramificaciones de una situación tan inédita provocarían alboroto en los mercados financieros y lastrarían una economía global que está debilitándose.

Tal vez pueda haber ayuda. Se espera que el Banco Central Europeo presente un nuevo estímulo monetario el 12 de septiembre, pero los economistas dicen que será un alivio más que una cura. Los problemas que trastornan la economía desde el Brexit hasta las guerras comerciales requieren medidas políticas.

Los elaboradores de las medidas del BCE han exhortado a los gobiernos a gastar más dinero, si pueden. Alemania, que tiene superávit, es un ejemplo. Pero Berlín es renuente a endeudarse, incluso a tasas inferiores a cero, para gastar más. Tal vez se deba en parte a que las caídas económicas no provocan tanta pérdida de empleos en Alemania como en Estados Unidos o el Reino Unido, donde los trabajadores gozan de menos protección.

Pero eso podría cambiar si el presidente estadounidense Donald Trump decide intervenir con aranceles sobre los autos, una industria enorme para Europa y sobre todo Alemania.

Kenningham cree que es improbable pero posible, dado que las medidas comerciales de Trump se vuelven cada vez más erráticas.

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