Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Por Jorge Santos

Hace décadas varios grupos sociales tomaban conciencia plena sobre el deterioro de la naturaleza y con ello los nocivos efectos que tendría este hecho sobre la existencia humana. Al inicio el propio sistema inició con campañas que sólo pretenden maquillar una condición de vida o muerte, sin embargo muchos de estos grupos sociales, empezaron a hablar de la imperiosa necesidad de transformar el sistema económico, político, social y cultural que nace en el seno de un modelo de desarrollo que su único interés es la extracción de la máxima ganancia, sin importar las graves consecuencias sobre la naturaleza.

Desde la década de los setenta, un grupo de científicos advertían de los devastadores efectos de la lógica rapaz que sostenía el sistema y predijeron el proceso de destrucción de la naturaleza y con ello por supuesto nuestra propia destrucción. En aquellos años, así como ahora, surgieron las voces de la irracionalidad, del fundamentalismo y el individualismo que menosprecia la ciencia y los hechos (ahora sí) observables. Hoy aquel importante informe empezaba a dar cuenta de lo que hoy es una realidad, la destrucción de la capa de ozono, la importante pérdida de la biodiversidad, el calentamiento global, la lluvia ácida, el destino de los residuos tóxicos y nucleares, la acelerada destrucción de selvas y la contaminación de las fuentes de agua. Es decir el Sistema Capitalista marcó el inicio no sólo de la búsqueda de formas de crecimiento que aceleran los procesos productivos y de competencia, sino que de igual forma marcó el inicio de la destrucción y la devastación del planeta y de los seres que le habitamos, incluyendo al propio ser humano. Es por ello que, bien podríamos decir que el Sistema de Capitalismo es en síntesis el Sistema de la muerte.

Los Pueblos Originarios nos han advertido de esta condición, nos han gritado que de no detener la lógica que está detrás de la producción capitalista, la existencia se iba a ir extinguiendo paulatinamente. Hoy a los importantes cambios climáticos existentes en todo el mundo, la desaparición diaria de especies animales, se suma un gigantesco incendio en el principal pulmón de la humanidad. La Amazonía se quema frente a los ojos impávidos de todos y todas, afectando de manera cercana a más de tres países, pero que nos afectará a la humanidad completa.

Hoy más que nunca, el Sistema Capitalista produce más de lo que la humanidad necesita, pero además en su dinámica de acelerar los procesos productivos, hace cada vez más mercancías de poco ciclo de vida y con ello la producción de inmensas e inconmensurables cantidades de basura. Esta emergencia requiere de acciones transformadoras y revolucionarias; no sólo campañas maquilladoras de no bote basura o de siembre un árbol, hoy necesitamos más que eso. Necesitamos transformar por completo el Sistema de Producción Capitalista, caracterizado por ser saqueador y rapaz, por un Sistema que esté basado en dotar de dignidad la existencia humana y no la de satisfacer egoístas y caprichosos privilegios innecesarios.

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