El sistema vial del área metropolitana es un auténtico desastre como se pudo comprobar ayer cuando cientos de miles de automovilistas y pasajeros se vieron atrapados por el caos causado por la violencia, las lluvias y accidentes, generándose congestionamientos en todos los accesos y salidas de la Ciudad de Guatemala, lo que significó una enorme cantidad de tiempo perdido estérilmente con el consiguiente desgaste emocional que producen esas situaciones tan comunes en nuestra vida cotidiana.
La Constitución de 1986 ordenaba a las municipalidades del área metropolitana a coordinarse específicamente en temas como el de la movilidad vial, pero lamentablemente la visión obtusa de las autoridades, desde hace más de treinta años, imposibilitó cualquier tipo de acción conjunta y el resultado es el enorme descalabro de todo el sistema de las vías urbanas que tienen enormes cuellos de botella que terminan afectando a quienes se desplazan a muchos kilómetros a la redonda. La ausencia de planificación y la creencia de que los pasos a desnivel, construidos sin ton ni son respondiendo nada más a los intereses de ciertos inversionistas inmobiliarios, resuelven el problema mágicamente, son factores críticos que se terminan conjugando para incrementar el caos.
Un automóvil que sufra desperfectos y tenga que detenerse en la carretera a El Salvador, por ejemplo, llega a complicar el tránsito en sitios tan distantes como la salida al Pacífico o la ruta al Atlántico porque a los problemas de vialidad hay que agregar la falta de educación de muchos automovilistas que obstruyen cruceros aumentando exponencialmente los nudos de inmovilidad existentes ya de por sí en el área urbana.
Ayer los vecinos de los municipios del área metropolitana sufrieron lo indecible por las complicaciones que se iniciaron con la violencia y se agravaron con fuertes aguaceros pero que se fueron complicando más por otros factores como la misma infraestructura y el comportamiento de muchos de los automovilistas. Algunos percances viales fueron como la tapa al pomo y vimos cómo la ofrecida “ciudad del futuro” se quedó entrampada de una forma exasperante para la mayoría de quienes sufrieron los atascos en las distintas rutas.
Ahora que en la capital hay una nueva autoridad municipal sería bueno que al no existir el endiosamiento característico del pasado se retome la idea de contemplar los problemas con visión metropolitana, más allá de la jurisdicción capitalina y que se dé prioridad a la planificación técnica para enfrentar con inteligencia en vez de prepotencia los grandes problemas que aquejan a la urbe.
La concentración de cientos de miles de personas en esta región del país obliga a actuar con mejor criterio que el que ha prevalecido.