Por Margarita Girón
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Claudia García, originaria de Chiquimulilla, Santa Rosa, es una migrante que como miles de guatemaltecos que se desplazan hacia Estados Unidos en la búsqueda de un futuro mejor, ha enfrentado retos tanto en su ruta migratoria como en la vida laboral que ha tenido que sobrellevar para ganar el sustento para su familia tanto en Estados Unidos como en Guatemala.
Cada día, Claudia día se levanta a las 4 de la mañana para preparar los alimentos para su familia, a las 6:45 sale rumbo al colegio de su hijo y a eso de las 7:15 emprende una carrera hacia su trabajo en un Day Care (guardería), en donde permanece por ocho horas y toma un pequeño receso para comer luego de atender a los niños a su cargo.
A las 4 de la tarde, Claudia sale del trabajo, recoge a su hijo y vuelve a casa en donde debe encargarse de las tareas y actividades del hogar, como cocinar y limpiar hasta las nueve de la noche cuando por fin puede descansar.
Claudia, como los miles de guatemaltecos que trabajan en Estados Unidos aportando mano de obra, servicios y que, además, contribuyen a la economía con sus labores y pago de impuestos, aunado al envío de remesas a Guatemala, considera que migrar actualmente es un reto y una experiencia que no volvería a repetir, no solo por los peligros que esto significa, sino porque las barreras a las que se enfrentan al llegar a un país desconocido se traduce en tener que soportar situaciones como el racismo, la xenofobia y la violencia.
¿POR QUÉ MIGRÓ?
En Chiquimulilla, Claudia estudió magisterio y sus metas eran trabajar en el área social en su municipio y dentro de sus planes no contemplaba la idea de migrar, pero en 2005, la connacional tomó la decisión de seguir a su esposo, quien había viajado antes, ahora el objetivo era empezar una nueva vida juntos en Estados Unidos.
“Yo fui a solicitar la visa y no me la dieron, entonces decidí emprender el viaje con mi hermano y pagamos un coyote, pero ha sido la experiencia más horrible que pude haber pasado en mi vida”, dijo García.
Además, agregó que si en Guatemala hubiese encontrado las oportunidades para poder salir adelante no hubiese considerado nunca la idea de migrar.
“Si allá hubiese tenido la oportunidad me hubiese quedado y estuviera descansando en una hamaca, entrando y saliendo de donde yo quisiera, pero acá en Estados Unidos no es lo mismo, aquí la rutina es ir del trabajo a la casa porque si no trabajamos no tenemos para sobrevivir acá ni para mandar dinero a Guatemala”, enfatizó García.
RIESGOS EN SU RUTA MIGRATORIA
La guatemalteca dijo a La Hora Voz del Migrante que, durante el trayecto por México, tres de las mujeres que le acompañaban fueron abusadas por hombres armados que les sorprendieron en el camino.
“Nos hicieron comer tierra y se reían de nosotros, uno de ellos al ver que yo estaba llorando arrancó una rama y me dijo que me callara o me pegaría. Nos acostaron en el suelo de espaldas para que no les viéramos el rostro y gracias a Dios no abusaron de mí, aunque uno de ellos sí tenía intención de hacerlo”, relató la entrevistada.
Para Claudia, recordar la experiencia de haber caminado ocho días por el desierto sin agua para beber, con los pies lastimados, sumado a la experiencia de viajar en el tren conocido como “La Bestia”, mientras su hermano consideraba entregarse a Migración y no terminar el viaje, fue parte del “Calvario” que tuvo que vivir.
Además, según manifestó al ingresar a Estados Unidos tuvo que viajar por al menos 48 horas bajo los asientos del vehículo en donde se trasladaban hasta llegar a Las Vegas, en donde le esperaba su esposo.
“Nos hicieron comer tierra y se reían de nosotros, uno de ellos al ver que yo estaba llorando arrancó una rama y me dijo que me callara o me pegaría. Nos acostaron en el suelo de espaldas para que no les viéramos el rostro y gracias a Dios no abusaron de mí, aunque uno de ellos sí tenía intención de hacerlo”. (En México)
CLAUDIA GARCÍA.
ASÍ EMPEZÓ SU VIDA EN ESTADOS UNIDOS
Claudia detalló que, al llegar a Las Vegas, el primer trabajo que encontró fue en una tienda de artículos usados en donde etiquetaba los productos que se ofertaban.
“Yo estuve allí por tres meses y luego me trasladaron a la tienda central en donde aprendí a ser cajera, pero no fue fácil porque muchos americanos son racistas e incluso tuve que enfrentar el racismo de los propios hispanos”, enfatizó García.
En la búsqueda de nuevas oportunidades, Claudia relató que optó por otro trabajo en una cadena de supermercados en donde la presión a la que era sometida no le permitió continuar.
Al trasladarse a Boston, Claudia encontró una nueva forma de aportar a la economía de su familia y trabajó por largo tiempo limpiando baños, oficinas y casas.
“Era un trabajo muy duro porque debía limpiar todo, desde pasillos, baños, ventanas, no era fácil, pero a mí me gustaba el trabajo y estaba muy agradecida de poder tener ingresos”, indicó García.
Luego de ser madre, García buscó una oportunidad diferente en una cadena de restaurantes; sin embargo, esa experiencia se convertiría en lo que Claudia describió como un “infierno”.
“Los mismos trabajadores me asediaban por detalles como mi vestimenta hasta cuántas tortillas me comía y eso empezó a generar niveles de ansiedad que me llevaron al hospital al menos cinco veces en un año”, destacó la entrevistada.
Tres años después de laborar para la taquería, Claudia fue despedida por no tener afinidad con su supervisora, “pasé una semana tratando de encontrar una explicación de por qué me habían despedido, pero nunca lo entendí”, manifestó.
UN NUEVO RETO
Para Claudia, encontrar un nuevo trabajo fue la puerta para aprovechar sus conocimientos como maestra y logró aplicar y calificar para una plaza en un centro de cuidado infantil en Boston.
“Una migrante también guatemalteca me ayudó a conseguir los requisitos y obtuve la licencia para poder trabajar hasta con 10 niños acá en Massachusetts y es una ventaja trabajar aquí porque este estado ofrece mejores oportunidades para los migrantes en situación irregular”, destacó García.
MIGRANTES NO SON CRIMINALES
Para Claudia es importante cambiar el pensamiento estadounidense y dejar de criminalizar a los migrantes porque según manifiesta la guatemalteca, “no le hacen daño a nadie”.
“Yo pago mis impuestos, nosotros no venimos para hacerle daño a nadie y sabemos que tenemos que respetar las reglas porque las leyes son muy estrictas. Lo que nosotros aportamos con las remesas también debe ser tomado en cuenta”, dijo García.
Claudia espera un día volver a Guatemala y aunque se encuentra en espera de noticias positivas para su trámite de regularización, ha logrado salir adelante en un país en donde las oportunidades se convierten en retos quienes deciden migrar con la esperanza de una vida nueva.
Según datos de la Cancillería, se estima que en Estados Unidos viven al menos 2.7 millones de guatemaltecos de forma regular y un número desconocido de connacionales que se encuentran en situación irregular. Mientras los ingresos de divisas a Guatemala por remesas familiares, registra que, entre enero y julio de este año, los guatemaltecos que residen en el extranjero han enviado al país más de US$5 mil 874 millones de dólares, lo que equivale al 63 por ciento de los US$9 mil 287 millones enviados durante el 2018.
Las políticas migratorias implementadas durante el Gobierno del presidente Donald Trump se han convertido en uno de los ejes principales de su administración, a menos de 45 días de cerrar el año fiscal estadounidense correspondiente al 2019, 250 mil guatemaltecos han sido detenidos por agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP), en su intento de iniciar una nueva vida en suelo estadounidense.
Esta crisis migratoria ha derivado que se firmen acuerdos migratorios entre Guatemala y Estados Unidos que buscan frenar el flujo de connacionales que buscan llegar a suelo estadounidense, dentro de los mismos, destaca un Acuerdo de Tercer País Seguro que generó rechazo a nivel internacional y desató la ira de Trump quien amenazó con imponer aranceles a las remesas si no se concreta la ejecución de dicho acuerdo que aún permanece sin implementarse en el país pese a los esfuerzos de Morales y su Gabinete, quien han mostrado poca transparencia en las negociaciones de dicho acuerdo.