MADRID/EUROPA PRESS
Greenpeace y WWF lamentan que las políticas, actuaciones y declaraciones del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, alimentan la impunidad en los incendios que están devastando la selva del Amazonas y que en su mayoría están provocados con la intención de ganar terreno para la ganadería y, sobre todo, para el cultivo de productos para la alimentación animal.
El responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, ha señalado que en estas fechas la selva arde todos los años y esto contribuye a la deforestación que se está acelerando en las regiones tropicales y subtropicales.
«Quieren despejar la selva. Este es un proceso continuo cada año en la época de las ‘queimadas’ para plantar soja, aceite de palma o caucho y que está llevando la tasa de deforestación a una situación problemática», ha manifestado en declaraciones a Europa Press.
Soto ha lamentado también las prioridades y los mensajes del Ejecutivo de Bolsonaro que «da la idea» de que el desarrollo de Brasil pasa por deforestar el Amazonas, favorecer la agroindustria, criminalizar a las ONG y no proteger los derechos y el espacio de los pueblos indígenas.
Entre las actuaciones, que tanto Soto como el director de conservación de WWF, Enrique Segovia, afean al gobierno brasileño en sus primeros ocho meses, destacan el hecho de que ante los datos del Instituto de Investigación Espacial de Brasil (INPE) –que ha contabilizado más de 72 mil fuegos en lo que va de año, un 80 por ciento más que en 2018– la decisión de Bolsonaro ha sido destituir al director de esta agencia oficial.
Además, lamentan las declaraciones del presidente brasileño que ayer acusó a las ONG ambientales de quemar el Amazonas como venganza por no recibir fondos gubernamentales y su decisión de retirar el Fondo Mundial para el Amazonas, dedicado, precisamente a preservar la selva y evitar los incendios en ella y que recibe importantes aportaciones de países europeos.
«Además de un incendio forestal con miles de focos ardiendo, este es un incendio político ante el que Bolsonaro ha reaccionado de la peor manera», opina Soto, que agradece que durante la negociación del acuerdo comercial entre la UE y Mercosur se pusiera como condición a Brasil que no puede abandonar el Acuerdo del Clima de París, siguiendo la estela de su homólogo estadounidense Donald Trump.
En todo caso, Soto precisa que el hecho de que arda la Amazonía y desaparezcan extensiones inmensas de superficie forestal afecta a todo el planeta. Así, comenta que esto lleva a un «círculo vicioso»: a más deforestación, más gases de efecto invernadero y más calentamiento global y, a su vez, más cambios en el suelo y en el régimen de precipitaciones».
En ese contexto, recuerda que bosques y océanos son los grandes reguladores del clima planetario y que este año hay «muy malas señales» como el deshielo en Groenlandia, los incendios en la Taiga Siberiana, la temperaturas del Atlántico, 2 grados más alta de lo normal, o los 32 grados centígrados de este verano en Alaska.
De ese modo, vaticina que aunque la emergencia climática no explica los incendios, sí explica por qué son tan virulentos y por qué en España se prolonga el verano, la temporada de incendios y aumentan las olas de calor.
CERDOS Y POLLOS ESPAÑOLES CONTRIBUYEN AL FUEGO EN EL AMAZONAS
Con todo, añade que la cuestión que excede la soberanía nacional brasileña ya que estos pastos y cultivos que se ganan a la selva tienen como destino la fabricación de piensos para ganado y que precisamente España es el mayor importador de soja brasileña, normalmente transgénica, para alimentar pollos, cerdos y vacas españolas. «El Amazonas está afectado por nuestra demanda de carne», alerta Soto.
En la misma línea Segovia, de WWF ha precisado que además de factores climáticos por la sequía que está afectando al Amazonas hay factores políticos.
En concreto, ha destacado a Europa Press que Bolsonaro genera «sensación de impunidad pretendida» hacia el origen de los incendios en zonas indígenas «potencialmente agrícolas», a la que contribuye el cese del director del INPE, sus acusaciones a las ONG ambientales de estar detrás de los fuegos para el «desmatamento» (deforestación) de la selva o bien, mediante la reciente cancelación del Fondo para la Amazonía, que recibía grandes recursos europeos para su conservación y para evitar su deforestación.
Segovia alerta de que todo esto está cambiando progresivamente las condiciones climáticas del Amazonas que se traducen, por ejemplo en que en los últimos 30 años la Amazonía ha absorbido la mitad de dióxido de carbono que anteriormente. «Esto va a agravar el cambio climático», advierte.
ACCIÓN MUNDIAL: FRENAR A BOLSONARO Y CONSUMO DE CARNE CERO
Por ello, el responsable de conservación de la ONG hace un llamamiento a nacional e internacional para «poner freno» a la situación, para que los Gobiernos «hagan entrar en razón a Bolsonaro» porque considera que todo el planeta se juega su futuro. No obstante, admite que Brasil habrá de tener medidas compensatorias para proteger la selva. «No tiene por qué correr con toda la factura de su conservación», añade.
Asimismo, llama a los ciudadanos a reducir «a cero» la ingesta de carne procedente de la ganadería industrial, que precisamente se alimenta de la soja y otros piensos. La medida, según añade, es favorable para el planeta y para la propia salud.
INCENDIOS: MISMA CAUSA Y CONSECUENCIAS EN TODA LA TIERRA
Por otro lado, Segovia ha observado coincidencias entre los fuegos de Brasil, de Canarias o de Siberia, ya que en todos los casos, en un elevado porcentaje está detrás la mano del hombre; el 96 por ciento en el caso de España.
«Canarias, la selva Atlántica o la Taiga siberiana: las condiciones son parecidas, sequía extrema, temperaturas más altas de lo normal y vientos que ayudan a su propagación. Es el mismo escenario de cambio climático», concluye.
Por último, respecto a la situación en Gran Canaria, asegura que la isla se recuperará el pino canario está especialmente adaptado al fuego, pero en todo caso WWF pide que se hagan intervenciones mínimas para salvar el suelo y favorecer la regeneración natural del ecosistema y exige una «mejor y más clara gestión» del territorio para evitar que dentro de 10 o 15 años se vuelva a repetir.