Arlena Cifuentes
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A lo largo de estos últimos cuatro meses he sentido una enorme impotencia al comprobar lo nefasto e inoperante de nuestro sistema de “in-justicia”. Cuando se acude a poner una denuncia al Ministerio Público es porque la propia vida o la de un ser querido está en riesgo; de entrada usted se dirige a un escritorio de información frente a la hostilidad y prepotencia de un empleado quien le dice que usted está en el lugar equivocado, lo cual es falso; si logra pasar el primer obstáculo, le envían a poner la denuncia, le atiende otro empleado que lo que menos tiene es la actitud que corresponde al puesto que ocupa. La impresión es como que hubiesen sido elegidos a propósito con el único afán de evitarle molestias a la Institución. En mi primera incursión se me dijo que estuviera atenta al teléfono a partir de dos horas, 4:30 a.m., ya que se estarían comunicando, llamada que nunca realizaron. El citatorio puede llegarle tres meses después de la denuncia para presentarse uno o dos meses después.
Hace poco fui requerida por la Oficina de Femicidio a través de un citatorio para prestar “declaración testimonial”. De hecho esta oficina es bastante ágil a diferencia de todo lo anterior. Ocho días después de haber prestado mi declaración el agresor fue detenido, duró poco la tranquilidad y en menos de veinticuatro horas estaba en libertad debido a que la jueza que tuvo a su cargo la sentencia, le concedió una caución económica de dos mil quetzales, a pesar de que tiene cinco denuncias por violencia contra la mujer y dicen que presume de saber burlar al sistema.
El fin de semana me enteré de lo que recientemente vivió la exesposa de un diputado, quien por supuesto salió favorecido por la misma jueza, Magda Eugenia Gómez, de Femicidio, según una investigación publicada en elPeriódico. Sin lugar a dudas la jueza está en el lugar equivocado, favoreciendo con sus fallos a los agresores, no a las víctimas. Pregunto a la señora Jefe del Ministerio Público, si tiene conocimiento del estado inoperante y deshumanizado con el que se encuentra la víctima cuando acude en busca de ayuda.
Abordando el tema coyuntural, el país atraviesa por momentos difíciles, más complejos de lo que podamos visualizar. Al pequeño porcentaje de guatemaltecos, que creemos entender un poco la telaraña de intereses en juego, los contubernios y negociaciones unas bajo la mesa y otras mucho más evidentes, nos ha tenido bastante entretenidos la distinción a la que nos ha hecho acreedores el señor Trump, al nombrar a nuestro país “Tercer País Seguro”. Inimaginables las consecuencias que la firma de dicho convenio conllevan.
¿Por qué debemos agradecer el ofrecimiento de que se otorguen a nuestros compatriotas visas de trabajo temporales? Nuestra sumisión no tiene límites, somos lo suficientemente permisivos para avalar con nuestra indiferencia la invasión de nuestro territorio. El interés nacional debió haberse hecho prevalecer por encima de los intereses de la campaña electoral de Trump. Con la aceptación de la firma de este convenio el Gobierno ha declinado también la defensa de la soberanía con el aval del pueblo.
Por otra parte, la elección de un nuevo gobierno es inminente. Quizás lo más preocupante es que entre memes, mensajes y videos que van y vienen lo que se desprende de todos ellos es cierta “desesperación” por la elección o la votación -que para mí son diferentes- cuyo mensaje subyacente es “salvemos a Guatemala” mientras los candidatos se desprestigian mutuamente. ¿Creemos realmente que uno de los dos candidatos será capaz de salvar al país? Esta afirmación es aberrante, uno podrá ser menos malo que el otro, pero ninguno de los dos podrá lograr lo que como pueblo no hemos querido hacer.