Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
En el tema de refugiados el concepto de Tercer País Seguro implica que cuando hay personas que están huyendo de algún peligro o daño en sus propios países y quieren refugio en otro, pueden permanecer en un lugar seguro mientras se tramita su solicitud y se resuelve su caso. En otras palabras, el requisito elemental, contenido en el mismo concepto del término, es que el lugar en donde puedan permanecer tiene que ser, obviamente, más seguro que el que están abandonando y Guatemala no puede ser ese sitio como se demuestra, simplemente, porque la cantidad de guatemaltecos que también buscan ser refugiados es mucho mayor que la de hondureños y salvadoreños.
En otras palabras, los migrantes de Honduras y El Salvador que tendrían que quedarse en Guatemala en tanto se lleva a cabo el largo proceso legal para decidir si se acepta o no la solicitud de refugio, estarían saliendo del sartén para caer en las brasas, como reza el viejo dicho del siempre atinado refranero popular. Si huyen de las pandillas, en Guatemala no estamos ajenos a ese fenómeno social tan propagado a la par de la pobreza. Si huyen de la ausencia de oportunidades para dar de comer a sus familias, el caso nuestro obviamente es peor que el de ellos. Y si sus temores están en los evidentes vasos comunicantes entre el crimen organizado, especialmente del narcotráfico, con las fuerzas de seguridad de sus respectivos países, nosotros puede que estemos peor.
O sea que aparte de lo absurdo que para Guatemala resulta declararse y aceptar ser un Tercer País Seguro para satisfacer lo que Trump buscó con tanto afán con México, sin éxito, resulta que cualquier entidad que impugne en tribunales norteamericanos un acuerdo de esa naturaleza tendría muchas probabilidades de éxito porque allá los tribunales si valoran pruebas y toman decisiones con base en derecho. Basta presentar las cifras de la cantidad de guatemaltecos detenidos en la frontera para establecer que si de algo no se puede hablar es del nuestro como un país seguro, pues eso lo contradice el enorme flujo de guatemaltecos que se presentan solicitando asilo o refugio porque huyen de las condiciones existentes aquí.
El concepto de Tercer País Seguro no tiene que ver con la creación de centros de detención o campos de concentración en donde sean retenidas muchísimas personas simplemente para evitar que lleguen a su destino. El concepto tiene un componente humanitario y por ello el ingrediente de “seguro”, puesto que se trata de que las personas que están migrando se encuentren en condiciones absolutamente mejores que las que tienen que soportar en los países de donde están huyendo y francamente no llega ni a chiste de un pésimo comediante el suponer que Guatemala pueda convertirse en el lugar de refugio seguro si nosotros mismos estamos expulsando a cientos de miles de compatriotas que ya no encuentran esperanza ni seguridad en su propio terruño.
Ojalá que la Corte de Constitucionalidad tome en cuenta que no es capricho de nadie el que puede convertirnos en país seguro y que tire de las riendas para evitar el despropósito.