Alfonso Mata

Hace años que venimos quejándonos de la mala asistencia hospitalaria y sanitaria: mala práctica, largas esperas y agravamiento de las enfermedades, escasez de personal y medicamentos, falta de asistencia a la población.  De hecho, los datos son tan alarmantes, que pese a las inversiones anuales que se hacen, la principal derrota para la inversión pública en salud, es que el ciudadano se ve obligado a renunciar a la salud pública y al enfermarse recurrir a la privada. Una paradoja si consideramos que los impuestos de los ciudadanos, son para gozar de salud; es decir, pagamos por recibir un mal servicio.

Según algunos, la razón del mal funcionamiento se debe a recortes y baja inversión en la salud pública y la falta de mayor inversión nacional. Otro hecho señalado es el desbalance de la inversión: aumento de salarios y no de prestaciones. Los hay que afirman, que existe una tendencia del sistema, a favorecer la atención médica.

Veamos que manda la experiencia y la razón para poner un poco de orden. De acuerdo con los datos, en primer lugar la inversión nacional en salud pública resulta muy pobre. La salud pública funciona solo si el dinero (el nuestro) se utiliza sobre todo para alentar al médico y al profesional de salud a dedicarse a la salud pública, en lugar de a la atención médica individual o privada. En este punto, me pregunto, ¿tenemos que sacrificar la clínica para que la salud funcione? No, pero si al menos producir un mejor balance entre la atención y la prevención. Creo que la salud es el principal derecho a ser garantizado a la persona. «Sin salud, no puedes hacer nada», se dice desde hace mucho. Pero realmente no podemos pensar que el modelo actual todavía sea viable, porque solo causa ineficiencia, corrupción, cada vez mayor costo e impactos sociales y económicos graves para los ciudadanos.

La solución tampoco puede ser el famoso seguro, sino crear un sistema que le permita al Estado continuar gastando en salud, pero con nuevos enfoques preventivos y promocionales y mayor eficiencia en lo que hace. Debemos concluir la experiencia del Sistema Nacional de Salud, de centralizar la administración y la ejecución y propiciar y mejorar las organizaciones de empresas locales municipales o sociales o privadas (empresas autónomas garantizadas por el Estado en su actuar) que, con una tributación particularmente baja y respetando algunos parámetros, actuarán en el mercado libre.

En conclusión, debemos tener el coraje de enfrentar nuevos modelos. El actual, después de las protestas públicas, de haber gritado su dolor frente a una salud pública devastada por la política: problemas con los sindicatos, intereses políticos y de compañías farmacéuticas, luchas entre todos, esto tiene un costo económico y social muy alto, no cuantificable, pero al final todo pesa sobre los hombros de los ciudadanos y los pacientes. La salud pública actual es una alcancía inmensa, donde los poderosos pueden encontrar trabajo para sus recomendados y los políticos solución a sus problemas económicos. Necesitamos un modelo que pueda contrarrestar este estado de cosas.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

post author
Artículo anteriorDesinterés por el bien común
Artículo siguienteLa ominosa militarización del Estado y la sociedad de Guatemala